La diversidad es consustancial a la naturaleza. Por ejemplo, Costa Rica, en su pequeña extensión territorial, contiene el 6 % de la biodiversidad del planeta.
En el caso de la raza humana, la diversidad es el resultado de distintas condiciones de las cuales todas las personas somos parte y algunas son fortuitas, como por ejemplo el color de la piel, origen nacional o étnico, la identidad de género o la orientación sexual, el idioma, la religión, las ideas políticas, el origen social o económico, la edad, la discapacidad u otra característica.
Dentro de la gran heterogeneidad humana, probablemente la población intrínsecamente más diversa de todas es la que conforma el colectivo de personas con discapacidad. ¿Por qué? Para responder de forma sencilla, las necesidades de una persona que no puede ver son distintas a las de una persona que no puede oír, las de estas a las de una que no puede caminar, y así sucesivamente, la lista es extensa, sin mencionar las discapacidades que no se perciben a simple vista.
No en pocos casos estas situaciones se manifiestan de forma múltiple en la misma persona. Es así como la causa de la discriminación y la desigualdad no es la diversidad.
El origen es fundamentalmente actitudinal, el desconocer o simplemente irrespetar que todas las personas somos diferentes y, por lo tanto, tenemos necesidades distintas, incluido quien discrimina.
Esta es la esencia de la diversidad, ignorarlo es en sí mismo negar la naturaleza humana. En la práctica, dado que no reconocemos de forma espontánea que esas diferencias son reales, el Estado, la sociedad y las organizaciones de personas con discapacidad y de otras poblaciones, como las mujeres, los pueblos originarios, afrodescendientes o LGTBIQ+, tienen la obligación de promulgar y hacer cumplir legislación, políticas públicas y acciones afirmativas para educar y desarrollar una cultura de equidad, respeto e inclusión, que satisfaga las legítimas aspiraciones y los derechos humanos de todas las personas.
Téngase en cuenta que, en el universo de la diversidad, precisamente a consecuencia directa de las necesidades y experiencias de vida diferentes, sin excepción, todas las personas hacemos una contribución al desarrollo y bienestar de la sociedad. De la diversidad más bien debe sacarse ventaja para enriquecer la política, la educación, el empleo y la cultura.
El autor es politólogo.