Las editoriales son empresas culturales. Ellas no existen para complacerse en sí mismas o para satisfacer vanidades individuales o grupales, sino como respuesta a las necesidades del desarrollo social en el campo que les compete.
Así, por ejemplo, si el tiempo transcurrido desde que un material es introducido en el sistema editorial hasta que circula en el mercado es excesivo, digamos de dos y tres años, entonces deben identificarse las causas de tal lentitud y corregirlas, y si los procesos de revisión cualitativa de los materiales textuales y gráficos no obedecen a parámetros objetivos, sino al subjetivismo de los revisores, esto también debe corregirse; y si no se cuenta con un sistema de información gerencial sobre el entorno sociocultural y económico, que permita fundamentar las políticas de desarrollo editorial en conocimientos válidos, semejante insuficiencia debe solventarse.
Comentarios ilustrativos. Que el mundo editorial en Iberoamérica esta cambiando, y que lo hace de manera acelerada, es una perogrullada, y que las editoriales están en la obligación de adaptarse e innovar sus dinámicas, también está claro. Cito algunos datos que así lo prueban, tomados del Informe Iberoamericano del libro, 2014.
k El volumen de títulos registrados entre el 2009 y el 2013 en Iberoamérica supera en un 47% al generado en el quinquenio anterior, lo que evidencia una importante capacidad instalada de producción en esta región, así como la existencia de curvas de experiencia editorial, en algunas empresas, con claro perfil global.
k España, Brasil, México, Colombia y Argentina concentran casi el 80% del registro total de títulos, y esto indica el eventual significado positivo de establecer alianzas estratégicas para el desarrollo editorial con editoriales de esos países.
k Los productos editoriales en formato digital representan el 21% del total de la producción, lo que significa un salto cualitativo de grandes proporciones, si se toma en cuenta que en el 2008 ese mismo indicador llegaba al 8%.
k El mayor impacto en la transformación de las editoriales latinoamericanas proviene de España, donde la actividad editorial se ha visto modificada a gran escala como consecuencia de la inserción de grandes plataformas de distribución, mayor oferta de contenidos digitales, crecimiento de soportes de lectura digitales, penetración de transnacionales alemanas e inglesas y dinamismo del mercadeo electrónico a través de Amazon, Google y Apple.
k En América Latina, las editoriales comerciales privadas concentran el 56% de los agentes editores, el sector universitario el 10%, los autores-editores un 10%, el sector público un 6% y las organizaciones no gubernamentales (ONG) un 18%. De estos datos destaco que el autor-editor es un actor de importancia creciente en el mercado editorial, así como el débil significado cuantitativo de producción universitaria y del sector público, y el dinamismo del segmento comercial, y de las ONG.
k La mayor parte de la producción editorial se ubica en disciplinas sociohumanistas (más del 72%), siendo las de menor importancia relativa las artes, la filosofía y la religión, y las más relevantes literatura y educación. En general, la producción editorial en ciencias y tecnologías se sitúa alrededor del 20%.
k Si bien regiones como Europa y Asia concentran el 77% del total de las exportaciones de libros a escala mundial, tal dato no debe desestimular el esfuerzo exportador latinoamericano, tanto intrarregional como extrarregional. El caso de Costa Rica es relevante porque la capacidad editorial instalada en el país es significativa, y la región centroamericana y caribeña bien pueden convertirse en destinos de la producción editorial local.
k En las condiciones actuales, preguntar cuántos libros lee una persona al año es por completo insuficiente, porque muchos lectores lo son de libros impresos, libros digitales, blogs, periódicos, revistas y artículos en redes sociales, y los niveles de cultura, educación e instrucción son cada vez más generados en contextos experienciales y no teórico-librescos.
Gestión en el siglo XXI. Es notorio que las empresas editoriales no deben funcionar bajo lógicas organizacionales y conceptuales que fueron útiles en los años setenta del siglo pasado, pero que ahora revelan un primitivismo gigantesco. ¿Qué hacer? Reinventarse. Dos de las líneas maestras de tal reinvención son:
Primera: Introducir la planificación estratégica y consolidar subsistemas de gestión en administración, tecnología, economía, edición-impresión y posicionamiento social, nacional e internacional, que aseguren la calidad y pertinencia de la acción editorial.
Segunda: Crear un sistema de información gerencial sobre indicadores de gestión editorial, e indicadores del mercado de productos editoriales, que nutra en términos técnicos el diseño y ejecución de las políticas editoriales.
Existe algo clave en todo esto. Si las editoriales no mejoran sus vínculos cualitativos con los autores, así como sus relaciones con el entorno socioeconómico, son o se convierten en aparatos tecnocráticos centrados en sí mismos. Es fundamental que los autores y los consumidores de bienes y servicios sean el eje de las dinámicas editoriales, su fundamento, y esto debe traducirse en prácticas de gestión.
El autor es escritor.