Costa Rica cambió, no por la fuerza de la razón, el diálogo, el debate, el disentimiento y la constante búsqueda de posibles soluciones para el logro del bienestar individual y colectivo.
Costa Rica se caracteriza fundamentalmente por la escasa energía emprendedora de su gente, creadora de nuevas realidades. La misión esencial del gobierno es crear y ensanchar oportunidades para la población. Esto pone límites a la expansión del gobierno en todos los ámbitos de la vida nacional, límites dados por las libertades que la Constitución Política decreta.
Más y mejores oportunidades, no más gobierno. Más participación, no más regulación y prohibición. Más eficiencia y eficacia, no más desperdicio y corrupción. Más libertad y privacidad, no más control ni injerencia en nuestros deseos y estilos de vida. Costa Rica ya no valora la individualidad respecto de la conformidad colectiva, el derecho a ser diferente antes que igual, el desarrollo nacional a base de disenso y consenso.
La economía debe estar en función de las necesidades vitales de la población, cuyo engranaje sea propulsado por el trabajo humano potenciado por su propia creación al transformar la, y su, naturaleza en medios de producción.
El gobierno debe formular estrategias basadas en el interés general ejercitando las energías individuales. Formular un programa que se sustente en la mejor lectura posible de los intereses de los individuos y no en aquellos que responden a caprichos egoístas de algunos sectores.
La democracia es un sistema social y económico, no simplemente político, sino un sistema de políticas y cursos de acción orientados a satisfacer la mayor parte posible de las demandas individuales que conlleven bienestar general y brinden las condiciones para el desarrollo de las personas. La economía se debe al desempeño creativo del espíritu humano para la consecución de su libertad plena, cualquiera que sea su manifestación.
El gobierno debe proponerse abolir la pobreza, nunca la riqueza. Es esta una tarea más bien relegada, quizá supeditada a una lógica en la cual la pobreza se intensifica a mayor velocidad que la riqueza. Peor aún, la riqueza se concentra en pocas manos, mientras la pobreza prevalece en muchas vidas.
La mejor manera de distribuir la riqueza es permitiendo al inquieto espíritu humano crear y disfrutar oportunidades. Ese espíritu humano ha de existir en, y permear a, quienes el ciudadano elige en el gobierno y administración del interés general. Costa Rica vive de dádivas, no desea realizarse en todas sus sanas dimensiones. El gobierno no sabe participar de la administración y gobierno del interés general.
La disciplina fiscal no debiera ser simplemente la consecución del equilibrio entre ingreso y gasto. La disciplina fiscal debe entenderse como el equilibrio entre ingreso e inversión con eficiencia y eficacia en el logro del bienestar general.
En la disciplina fiscal debe prevalecer el largo y mediano plazo frente al corto plazo, para alcanzar el bienestar de todos. Este bienestar general debe sustentarse en ambiciosas políticas y estrategias flexibles, fundamentadas en necesidades reales, como la máxima seguridad ciudadana frente a quienes la amenacen, la mejor calidad posible de la educación, la formación e inversión pública y privada.
Con ello se procura la mayor cantidad y mejor calidad de las oportunidades, cuya administración es también una responsabilidad individual. Administrar el interés general es una tarea de cada costarricense, con apoyo del gobierno, no a la inversa.
La burocracia pública deviene en un ejército que asfixia a la administración y gobierno del interés general, atropella a la vez que explota el espíritu humano. Las relaciones de poder respecto del ciudadano han desaparecido, se ha conformado una especie de dictadura de la burocracia que carcome la institucionalidad al apropiarse del propósito de las instituciones.
Los colectivos que participan en la política están vacíos de capacidades para comprender y entender, razón por la cual no leen la realidad nacional. El ciudadano está confundido, lo que le dificulta participar, elegir y ser elegido.
El autor es economista y politólogo.
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La mejor manera de distribuir la riqueza es permitiendo al inquieto espíritu humano crear y disfrutar oportunidades. (Shutterstock)