Arthur Brooks, autor de Éxito, felicidad y propósito profundo, se refiere a tres elementos o macronutrientes que alimentan la felicidad: el deleite o disfrute, la satisfacción y el propósito. Suceden en comunión con otros a los que se podría llamar las tres efes: familia, fe y amigos (friends), sin dejar de lado el trabajo.
Dan Buettner, a raíz de una expedición hecha por National Geographic y dirigida por él en el 2016, define cinco lugares del mundo como zonas azules donde los centenarios alcanzan vidas de calidad. Una de esas cinco zonas azules se encuentra en Nicoya, Guanacaste, como ya sabemos.
Una vez llevado a cabo el estudio que definió las cinco, Buettner se embarcó en un nuevo reto en el 2017 y definió algunas características que según él hacen que estas personas centenarias sean más felices. En inglés se llamarían las tres pes (purpose, pleasure, pride), traducidas al español son propósito, placer y amor propio.
De acuerdo con este investigador, el propósito tiene que ver con un motivo para vivir, ya sea un proyecto especial en la vida, los hijos, los nietos, una huerta o un negocio. El placer tiene que ver con actividades de ocio que la persona disfruta y la vida es más llevadera en comunión con otros, pueden ser talleres, actividades religiosas, reuniones familiares, etc.
El amor propio está relacionado con sentir que las capacidades propias están siendo aprovechadas al máximo.
Se podría pensar que la satisfacción de Brooks corresponde al amor propio de Buettner, el deleite o disfrute en uno, al placer del otro, y el propósito, pues, sería lo mismo para ambos. Tres iniciales sencillas, tres palabras cortas; mas, sin embargo, años de sabiduría que más que leer se deben vivir y aplicar.
Incluso el primer autor en alguna entrevista aclara que estos sencillos conceptos se deben entender, practicar y compartir. Al igual que la madre naturaleza, hay que recordar siempre que estamos interconectados y nuestras acciones con respecto a otros nutren la vida.
La vida es un claroscuro: luz y oscuridad, amor y miedo, vida y muerte, disfrute y dolor, blanco y negro, felicidad y tristeza, esperanza y desesperanza, nacimiento y envejecimiento, éxito y fracaso, sufrimiento y gozo. No hay uno sin el otro; como no se puede vivir sin cruzar las raíces con otros.
Que nuestra vida siempre se cruce con la de otros y se sumerja en las sombras, pero logre resurgir de nuevo con más luz. Que lo aprendido no se quede guardado, sino que sea compartido y que seamos siempre un espejo fiel donde sostengamos amorosamente a otros.
La autora es economista.