Fui a buscarte, Margarita, y no te encontré. Fui a buscar la cruz que marcaba tu morada eterna y no estabas, ya no estabas ahí. ¿Qué fue de esa cruz sencilla que marcaba el sitio en donde fuimos muchos para acompañar tus restos ese día lluvioso de noviembre hace ya 48 años?
¿Dónde estás?, me pregunté. Empecé a recordar las veces que siendo tu alumna fuimos a pintar a ese sitio y a tantos otros del pueblo de Escazú, que en aquel tiempo era tan especial y que tanto amabas.
Hoy pareciera que ese pueblo también se ha olvidado de vos. No te han puesto una placa para marcar ni recordar el lugar en donde descansa una artista tan admirada como vos. Ni siquiera tienen registros en la Municipalidad de Escazú de dónde estás. ¿Qué se puede esperar de un país en donde todo el mundo pierde la memoria y los artistas son olvidados?
No te preocupés, no sos la única, ya que en Escazú han vivido muchos pintores como Dinorah y compositores como Dionisio, ¿dónde está una placa para conmemorarlos?
Sin embargo, para toda una generación de alumnos, vos, Margarita Bertheau, sos toda una leyenda. Sos la pintora de acuarela por excelencia, la que nos guió por el camino de la pintura y nos introdujo a pintar en Escazú y sus alrededores.
Fue así como todos nosotros empezamos a tener un trato cordial con los campesinos y empezaron a aparecen en nuestras pinturas los personajes que habitaban dicho lugar, así como las cocinas de leña, los lavaderos e interiores de sus casas.
Toda esa generación de alumnos de la Bertheau —como te llamaban tus amigos artistas— aprendimos a pintar al aire libre y a amar el paisaje rural. Algunos —los más avezados—, bajo tu tutela, son parte de los que lograron hacer de la acuarela la técnica dominante de la pintura paisajística costarricense.
Sabemos por tus enseñanzas que la acuarela es una técnica difícil, pero de una enorme belleza, en la que el agua como elemento esencial es la que le da transparencia.
Esa agua que se mezcla con pigmentos y goma arábiga para fundirse sobre el papel que la acoge, y entonces ambas forman un binomio inseparable; no en vano insistías en que no podíamos escatimar su uso. También hacías énfasis en respetar los blancos y rechazabas la utilización del color negro directo de la pastilla. Más bien, inducías a los alumnos a construir las sombras mezclando pigmentos o creando capas de color.
Me pareció estar frente al papel níveo, tallado a más no poder por una cinta engomada, como nos enseñaste a prepararlo. Sentada en una piedra de las tantas que hay regadas en la zona, el pote de agua en el suelo, listo el pincel… casi empezaba cuando volví a ver a mi alrededor y los años se habían colado entre mis dedos.
Ya no eras vos la que apoyabas nuestros intentos por ser pintores, ya no es el mismo cementerio de pobres, el de abajo, pero también es cierto que sigue siendo el mismo, y te vi en las montañas que rodean el camposanto, ahora teñidas de rojo con la florescencia de los porós en verano, así como las pintaste tantas veces.
Te reconocí en el cielo azul, en los mil verdes que insistías que debíamos hacer a partir de las pastillas de acuarela, en las pocas cruces que quedan en pie, en la luz intensa del verano y también en el espíritu que nos contagiaste de ver belleza en lo que nos rodea.
Y pensé que aunque no encontré tu tumba, hallé a Margarita Bertheau, la que siempre estará en mi espíritu y en Escazú, a pesar de que los costarricenses perdamos la memoria…
P. D. Luego de esa visita supe que tus restos fueron trasladados al Cementerio General, a una tumba que ni siquiera lleva tu nombre.
Profesora universitaria e investigadora artística.