La novela 1984 se publicó en 1949. Su autor, George Orwell, describió en ella las herramientas utilizadas por un gobierno autoritario y opresor. Entre ellas:
1. Control y vigilancia. En la distopía de 1984, es de cada minuto la vigilancia y el control constante del gobierno sobre cada ciudadano. En la Costa Rica de hoy, el Banco Central exige ilegalmente a todos los bancos compartir información sensible y privada de cada cliente. La finalidad, resulta obvio, no es crear una tabla estadística, sino conocer la vida íntima de cada persona, pues para establecer generalidades no son necesarios datos con nombres y apellidos.
2. Ministerio de la Verdad. En la novela de Orwell, existe una secretaría gubernamental encargada de difundir mentiras para convertirlas en verdades oficiales. En la actualidad, hay por lo menos una funcionaria que accedió al poder por el partido de gobierno y confesó la necesidad de mentir. Ni se diga de un alto funcionario del Ministerio de Hacienda que imputó graves hechos a un ciudadano para después revelar que no tenía prueba alguna.
3. Doblepensar. El gobierno de la novela esconde la verdad a la ciudadanía para implantarle lo falso como si fuera cierto. Como hoy, cuando el presidente, Rodrigo Chaves, acusa a jueces y diputados por la creciente tasa de homicidios y oculta que la función legalmente establecida de brindar seguridad ciudadana (evitar la comisión de delitos) es suya —del presidente— y no de juzgadores ni de legisladores.
4. Crimentalidad. Para mantener el poder, el gobierno de 1984 criminaliza la disensión, sobre todo a quien se incline por la verdad. En la Costa Rica actual, Chaves denomina “cínicos”, “antipatrióticos” y “traidores” a los diputados opuestos a sus proyectos —desconociendo con ello el sistema republicano de frenos y contrapesos—.
Los irrespetuosos epítetos demuestran la tendencia a dictar órdenes al Poder Legislativo, desentendiéndose del sistema de frenos y contrapesos propios de la democracia que solo permite al presidente hacer propuestas de leyes.
5. Neolengua. El gobierno ficticio de Orwell reduce el léxico para limitar y simplificar el pensamiento del pueblo. Hoy, Chaves adjetiva de “canallas” a medios de comunicación críticos, atropellando así las libertades de prensa y de expresión, que son los instrumentos de control informal del poder.
Uno de los elementos principales de la democracia es la prensa que cuestiona las decisiones del gobierno, propiciando que —los verdaderos estadistas— respondan con argumentos o con aclaraciones. En los regímenes autoritarios, el detentador nunca responde y se oculta tras la ofensa.
6. Culto al líder. En la novela se imponen veneración y lealtad al líder —llamado Gran Hermano—. Hace unos meses, el entonces presidente ejecutivo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) Álvaro Ramos —según mi criterio, el mejor funcionario que tuvo el actual gobierno— se inclinó por la verdad y no ratificó una información inexacta que brindó Chaves. La consecuencia de no cohonestar la mendacidad oficial fue la inmediata destitución de Ramos.
Por cierto, la crimentalidad y el castigo por no confirmar lo que diga el Gran Hermano se anuncia en el programa Los dos minutos de odio de la novela de Orwell. El autor denomina así a un medio de opresión del Estado autoritario, que manipula a las masas y al mismo tiempo tilda de “enemigos del gobierno” a quienes piensan distinto. Esto, con la finalidad de provocar odio y desprecio generalizado contra los opositores. Extraordinaria coincidencia con el show de los miércoles.
A cuarenta años de su tiempo literario, la novela de Orwell podría antojarse profética. Más allá de la trama, de lo entretenida y adictiva que resulta 1984, lo cierto es que hoy en nuestro país recobra actualidad.
El autor es abogado.