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Fotografía de Jovenel Moïse tomada el 20 de abril del 2016. AFP (ALEX WONG/AFP)
Pobre pueblo haitiano. A veces parece que su destino es empeorar cada vez más, y con creciente celeridad. ¿Hasta cuándo? Difícil saberlo. El asesinato, la madrugada del miércoles, del presidente Jovenel Moïsi, mientras dormía en su casa, es un paso más en esa trágica carrera de deterioro sin fin.
No es que Moïsi fuera un demócrata convencido o un gobernante legítimo, medianamente eficaz, respetuoso de las precarias instituciones nacionales y sensible ante las necesidades ilimitadas de la población. Al contrario, distaba mucho de eso, y contribuyó a empeorar una situación de por sí dramática cuando llegó a la presidencia en el 2017. Sin embargo, su magnicidio, más allá de su naturaleza perversa e inaceptable, ha acelerado la incertidumbre política e institucional, con inevitables consecuencias humanas.
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Hasta ahora, Haití se mantiene en relativa calma. Pero las pugnas por el poder han salido a flote, mientras las incógnitas sobre la autoría intelectual del crimen y el inexplicable fallo en la seguridad de su domicilio aceleran los rumores y la desconfianza. De su mano, las posibilidades de que se genere un nuevo período de violencia son muy altas.
Moïsi, en el poder desde el 2017, fue elegido un año antes en unos comicios altamente cuestionados, en los que apenas participó el 18,11 % de los votantes. El período de quienes integraban la cámara baja del Parlamento expiró en enero del año pasado; lo mismo ocurrió con 20 de los 30 senadores. Sin embargo, Moïsi se negó a convocar elecciones y, sin un Parlamento en funciones, gobernó por decreto y sin controles. Los nuevos comicios, tanto presidenciales como legislativos, están convocados para el 26 de setiembre, cuando también se celebrará un cuestionado referendo constitucional.
Antes del magnicidio existían serias dudas sobre la viabilidad de esos procesos, no solo por los conflictos políticos que los rodean, sino también por la inexistencia de un verdadero padrón electoral, la crisis sanitaria y la violencia pandillera generalizada. En este contexto se produjo el asesinato de Moïsi, a manos de un comando que, según el gobierno, estuvo integrado por extranjeros.
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Tras el hecho, el primer ministro en funciones, Claude Joseph, se declaró en ejercicio del poder. Sin embargo, había sido destituido por Moïsi dos días antes y debía dejar el cargo este domingo, y ser sustituido por Ariel Henry, nombrado en su lugar, que ha reclamado el cargo. Qué pasará con esta parte de la transición es una de las grandes incógnitas, y ha acrecentado la incertidumbre. Hasta ahora, pareciera que Joseph cuenta con el respaldo internacional, clave en un país que depende casi en su totalidad de la ayuda externa para mantenerse medianamente a flote; además, Henry ha declarado que no quiere «añadir fuego a la hoguera». No obstante, esto no garantizará un grado razonable de estabilidad, que puede verse aún más alterada conforme se acerca la fecha para las anunciadas elecciones.
Con un territorio ligeramente inferior a la mitad del de Costa Rica, Haití supera los 11 millones de habitantes y es el país más pobre y ambientalmente depredado de América. Ha vivido una turbulenta historia, primero como colonia de Francia y luego como país independiente, desde 1804. A lo largo del tiempo ha habido levantamientos, dictaduras, períodos de anarquía, intervenciones extranjeras y muy esporádicos y breves gobiernos civiles. Tras el devastador terremoto del 2010, el país se precipitó en un torbellino de violencia, anarquía, inestabilidad y degradación económica y social. La multimillonaria ayuda exterior, manejada de forma descontrolada y centrada en frenar el caos y atacar problemas puntuales, no desafíos institucionales y estructurales, ha sido incapaz de mejorar la situación; más bien, algunos piensan que la ha empeorado.
Este es el complejo contexto de la crisis actual. No queremos pecar de derrotismo, pero tememos que, a partir de ahora, la tragedia del pueblo haitiano empeorará aún más. A estas alturas, solo una intervención internacional robusta, inteligente, estratégica y enmarcada en la legalidad tendrá algunas posibilidades de cambiar el rumbo. En cualquier caso, la tarea será titánica.