Columnistas

Tribalismo amoral

Defender la dignidad humana implica rechazar que mis fines justifican cualquier medio y reconocer que hay tensiones morales que no deben ser obviadas

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Para el fanático del fútbol, un penal pitado a favor, aunque sea injusto, vale, y qué rico, ¡tome chichí! Un penal en contra, aunque sea una falta flagrante, es una injusticia. Lo mismo para los entrenadores y dirigentes: si el árbitro los perjudicó, salen como toros a denunciar la injusticia y hacen gala de unos ojos de lince para describirla en detalle; pero si los favoreció con claridad, se vuelven sordos y ciegos: “No vi, quién sabe…”. En fin, no hay principios ni escrúpulos, sino conveniencias.








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