Cuando una idea comienza a escucharse mucho en nuestro país, principalmente en boca de personas de distintas pertenencias sociales y económicas, hacemos un alto y prestamos atención.
Ese tipo de opiniones que se repiten en un momento y en un país determinados son producto de lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu llamó “sentido común”, entendido como aquello que todo el mundo sabe o cree saber. Son juicios de uso corriente, producto de representaciones dominantes.
En estos días, después de las elecciones, se ha vuelto sentido común, sobre todo entre quienes no votaron por el candidato ganador, manifestar: “Ojalá al presidente le vaya bien, pues si a él le va bien, nos va bien a todos”.
Pese a que se trata de una sobregeneralización, y por ello mismo es inexacta, nos permite echar un ojo a nuestra cultura.
Es probablemente un deseo formulado como afirmación para que se cumpla. También, sería el enunciado de un miedo mediante un acto fallido que dice lo contrario a aquello que, precisamente, se teme.
Peculiaridad del carácter nacional
Pero, además, manifiesta un cierto rasgo de nuestro carácter nacional: la evitación a toda costa, por un lado, del conflicto y, por otro, de la crítica directa, razonada y honesta. Conflicto y crítica que, por alguna curiosa lógica, siempre asociamos entre sí.
Que nos cueste decir las cosas de frente —probablemente no lo hagamos por temor a ser impopulares, caer víctimas del odio o perder alguna prerrogativa— tiene como una de sus manifestaciones la práctica del choteo, tan común en todos los niveles sociales y en todo tipo de personas.
Choteando, alguien expresa lo que piensa mediante tales giros lingüísticos, de tal forma que, si recibiera un reclamo, podría negar lo dicho y salir indemne.
El pensamiento según el cual “yéndole bien a él nos va igual al resto” me parece que también pretende expresar cuánto nos cuesta perder y reconocerlo.
¿Qué tiene de malo que, por ejemplo, todas las personas que votaron por el candidato que no ganó se pasaran una temporada lamentándose en sus redes porque José María Figueres no será el presidente de Costa Rica? ¿Cuál sería el problema si esas personas se quejaran de lo malo que les parece no haber ganado?
Perder produce un mal sabor de boca a cualquiera, y nos desafía a transitarlo con entereza.
Verdades reprimidas
Algo tendrá que ver nuestra aversión a que los demás sepan que no ganamos con esa felicidad de la que tan majaderamente alardeamos en nuestras redes y en el saludo que nos caracteriza.
La frase que analizo en este artículo también diría algo de una proscripción: criticar al presidente.
Esto último es más interesante si pensamos que todavía no ha dejado su cargo el actual mandatario Carlos Alvarado, tan coléricamente criticado.
¿De qué más hablará la manifestación “si a él le va bien al país también”? ¿Estará esta prohibición relacionada con un deseo de bajarles el tono a las denuncias y sanciones que recibió en el Banco Mundial, a los discursos populistas y poco transparentes que se dieron durante su campaña y que son de dominio público, y a la lista de manejos que en estos días investiga el Tribunal Supremo de Elecciones?
¿Será una manera de limpiar la imagen del país llamando a una especie de valor “superior”, encarnado por un supuesto bien nacional?
El ejercicio ciudadano de fiscalizar el quehacer de las personas a las que elegimos popularmente es en este momento tan importante para fortalecer nuestra democracia como siempre, así que adelante, informémonos, analicemos y hagámonos oír.
Después de la elección, podemos afirmar con alegría y espíritu cívico —sin parecer por ello personas amargadas, enemigas de la patria ni agoreras—: “Señoras ministras, señores presidentes ejecutivos, señor presidente: estamos mirando atentamente lo que harán en el ejercicio del encargo para el cual fueron escogidos”.
La autora es catedrática de la UCR y está en Twitter y Facebook.
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Rodrigo Chaves y José María Figueres se enfrentaron en unas elecciones 2022 caracterizadas por una profunda polarización. (EZEQUIEL BECERRA/AFP)