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Obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez. (STRINGER/AFP)
¿Qué causa tanta alegría? ¡222 presos políticos liberados! Salieron de las garras del tirano al destierro. Ese angustiante trance de sus vidas terminó. Todavía no conocemos los siguientes capítulos de este interminable relato de terror en Nicaragua. Por lo pronto, sentimos el alma aliviada. No viene al caso elucubrar sobre los porqués y los “a cambio de qué”. Es lo de menos. Lo importante son amaneceres recuperados, fuera de oscuras mazmorras. Para ellos, la noche quedó atrás. Breve instante de luz, como destello de estrella fugaz. La terca realidad no ha salido realmente de sus vidas.
Es apenas un interludio del dolor, lo sabemos. La persecución sigue en Nicaragua. Con el despojo de la ciudadanía, el exilio es acosado. Más sacerdotes encarcelados. Oraciones y caridad declaradas actos subversivos. La bandera nacional es castigada y transfigurada en su significado más esencial, como expresión de libertad y soberanía.
En una celda asfixiante, bajo el arrecho sol de Managua, el obispo de Matagalpa acaba de recibir sentencia: 26 años de prisión, a vista y paciencia del Vaticano. ¡Qué distopía de sátrapa encumbrado, condenando largas penas, mientras cuenta los días que le quedan! Con dominio de sus bayonetas, todo lo teme. Lo asustan hasta oraciones de misioneras de la caridad y las expulsa. Hasta su sombra está cansada de seguirlo.
Pienso en Jorge Mario Bergoglio, cardenal argentino que el destino llevó al trono de san Pedro. Él también conoció de dictaduras, secuestros y desaparecidos. Dicen que su discreto silencio salvó vidas. Hoy no es momento de callar. Su responsabilidad moral lo desafía. Como papa, tiene la suprema magistratura de influencia que no tenía en Buenos Aires. Una tajante condena del Vaticano debe levantar la conciencia católica del planeta y clamar por la liberación del obispo Rolando Álvarez. Ya veremos.
El misterio de la liberación de esos patriotas seguirá vivo un tiempo. Sufridos vecinos, nos negamos a creer en la iluminación milagrosa de Ortega. No importa. En esta hora de dominio impuesto por el terror, el déspota se revela frágil. El pueblo huele la adrenalina que despierta su paranoia. No durará. Su burbuja estallará. Se sabe. La oposición llegó a la cárcel dividida. ¿Salió unida? Esa interrogante determina, en mucho, lo que sigue.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.