La democracia es más que mandato. Es un compromiso jurado de gobernar. Delegar esa obligación es pervertirla. No hay forma de amortiguar el daño que tiene para la institucionalidad sustituir el deber de tomar decisiones con una finta de participación social.
No quiero atemperar lo dicho. Perversión es el acto de viciar el orden establecido y tergiversar su sentido. No es tiempo para quitarse el tiro, con escuelas de la niña Pochita, en trances de catástrofe.
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Cuando el cielo se oscurece y la tormenta acecha, el diálogo social puede ser instrumento preciado de promoción de la solidaridad en la hora de los hornos.
Es todo lo contrario de un mecanismo para zafar el bulto y dejar al país en un «sálvese quien pueda». Esa es otra perversión.
- Nadie apechuga lo que tenemos que apechugar todos.
Pero en el diálogo multisectorial era lo esperable. Cada cual participó para salvar su tajada y cualquiera vetaba el tema que le estorbaba.
El gobierno ganó sabiduría medrosa. Ahora sabe descargar el atribulado peso de decisiones amargas, sin ofender a nadie y patear la bola con la cabeza bajo la arena mientras pasa el vendaval.
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Una tras otra desfilaron ocurrencias irrisorias o ya cocinadas. Pocas medidas consensuadas necesitaban diálogo. Nobleza obliga a reconocer la serena lealtad no correspondida de Elian Villegas. Hace lo que puede, con las manos amarradas, pero no pierde la paz. Su calma tranquiliza, no así su silencio, mientras el presidente deshoja margaritas, ante la disyuntiva de acudir al FMI o no. Rodrigo Cubero nos despierta, como Casandra, evocando llamas sobre Troya.
Algunas mentes califican de valioso y digno de institucionalizarse ese esperpento escapista. ¡Qué barbaridad! ¿Institucionalizar una válvula de evasión de deberes? Nada valioso es descubrir el agua tibia.
Los sindicatos no quieren menoscabos. ¡Sorpresa! Los empresarios no quieren impuestos. ¡Original! El gobierno no toca el statu quo estructural. ¡Muy patriótico!
Nadie apechuga lo que tenemos que apechugar todos. ¿Qué tiene de valioso eso? Se pervirtió el deber de responsabilidad.
Se pervirtió el sentido solidario de participación social. Nadie cedió. Todos perdimos. Del parto de las montañas nació un minúsculo ratón, perfecto para el bicentenario. Y el país, camino al basurero. Sin eufemismos.
La autora es catedrática de la UNED.