El negocio de la electricidad está inmerso en una revolución similar a la que transformó las computadoras.
Su incesante avance se acerca a lo exponencial. Muchos de nuestros decisores y operadores lo saben; sin embargo, la adaptación marcha con peligrosa lentitud.
La esencia del cambio es el salto desde esquemas masivos, caros, concentrados e inflexibles de generación y distribución, a otros marcados por una creciente dispersión, abaratamiento, autogestión, facilidad de acceso e interconectividad.
El ayer de la informática lo dominaron las computadoras centrales ( mainframes ), casi inaccesibles por su costo. Su hoy lo definen las personales (PC), los dispositivos móviles, la “nube” y la integración de productores y consumidores.
El hoy de la electricidad aún lo domina un modelo vertical para generarla, transmitirla y distribuirla. Se basa en costosas centrales o extensas “granjas” eólicas y fotovoltaicas. Pero a la ecuación han ingresado con ímpetu los generadores individuales, que a la vez son usuarios. Su disparador han sido los paneles solares compactos, cada vez más baratos y ubicuos, y las baterías que reducen su tamaño con tanta rapidez que aumentan su poder.
Sin embargo, la fuerza transformadora de estos avances solo alcanzará su máxima potencia cuando los dispositivos (como las PC) se integren plenamente a la red nacional de distribución, que deberá volverse “inteligente”.
Este es el futuro de la generación distribuida y, quizá también, de la industria eléctrica.
Para los operadores y reguladores actuales, el desafío es mayúsculo, en lo técnico (protocolos de conectividad), financiero (esquemas tarifarios) y competitivo (oferta creciente). Más temprano que tarde deberán replantear los modelos de negocios.
Para el ICE, actor dominante, la tarea es urgente. Su opción no es crear barreras para protegerse de una realidad irreversible, sino adaptarse a ella con lucidez. Y las políticas públicas que orienten el proceso de cambio deben tener como norte el interés nacional, no los intereses creados.
Vivimos una nueva revolución de los pequeños y sabemos, por lo ocurrido con la informática, lo mucho que puede lograr. La opción realista es sumarnos a ella.
(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).