Se puede hacer un rosario con todas las veces que Rodrigo Chaves, presidente de la República, se ha equivocado, letanías incluidas. Se ha equivocado muy feo en aspectos de fondo y forma desde la conformación del gabinete, cuando nombró a una serie de personas con nula o escasa experiencia en las áreas asignadas. La evidencia de lo que afirmo está en la cadena de salidas de jerarcas por obligación o invitación.
Se ha equivocado en una seguidilla de decretos que fueron puestos en su lugar por las autoridades judiciales, por la Contraloría o la misma Procuraduría.
La lista de yerros del mandatario y su séquito es larga, penosa y espantosa. Creo que no existe habitante a favor o en contra de él que no pueda reconocer alguno. Claro que quienes están a favor dirán que el error es de los demás, nunca de su líder; pensarán que lo embarcaron o que fueron las personas sobre las que recaía el peso del equívoco las que se zafaron de un señalamiento falso, injusto, atrevido, desproporcionado, descalificativo, grosero, malintencionado o distractor.
En la tristemente célebre “conferencia de prensa” del miércoles 21 de junio, el presidente la tomó contra las universidades públicas y, en algunos momentos, en especial contra el rector, Gustavo Gutiérrez Espeleta. Escribo su nombre completo para que se lo recuerden.
Se equivocó el presidente al afirmar que la marcha del martes de la semana pasada fue débil o una pobre convocatoria. Quizás su ego pedía el doble o el triple de participación, pues él merece más de todo, aunque de los dientes para fuera dijera otra cosa.
Se equivocó en la forma como menospreció la figura del rector de la UCR. Ni en las peores diferencias entre las universidades y los gobiernos anteriores, la presidencia tuvo semejante trato hacia el rector de una universidad pública, y menos hacia la decana de la educación superior costarricense. Nobleza obliga, aunque parece que al presidente esa obligación no le llega.
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Carreras STEM
De forma despectiva y descalificativa, Chaves indicó que carreras como Arqueología o Sociología son bellísimas, al igual que las ciencias sociales, “pero no hay demanda en el mercado” y se sigue “gastando en eso”.
El presidente se quejó de que las carreras STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas) están sin recursos. Fiel a su estilo, como quien no quiere la cosa, menospreció a quienes manejan para “Uber”, aunque dice que nada de malo hay en eso. Somos ticos, reconocemos nuestras formas.
Aquí está el meollo del asunto. Fue en ese momento cuando entendí todo. Parece que nos hacen falta más las humanidades en nuestra formación a lo largo de nuestra vida. Claro que la matemática es fundamental por lo que significa para la ciencia, pero también porque es una herramienta que nos acerca a la libertad, como bien dice Eduardo Sáenz de Cabezón: quien sabe de matemáticas tiene más oportunidad de ser un mejor ciudadano. Quien conoce de ciencias aprecia mejor la vida y la comprende mejor, por tanto, la respeta. Muy poco hay que explicar de los ODS 2030 a quien sabe de ciencias, pero que tiene, a su vez, un amplio conocimiento de las humanidades, tanto por el estudio como por la experiencia.
A raíz de una conferencia que me pidieron dar en un congreso de medicina, pensé que lo que hacía falta a nuestra formación no es más ciencia, sino más humanidades, esas que el presidente desprecia.
Está claro que la idea no es mía; el más reciente Premio Magón, José María Gutiérrez Gutiérrez, uno de los más brillantes científicos paridos y formados en esta tierra, lo ha afirmado cientos de veces. Pero su sentir y su pensar es el de miles de científicos alrededor del mundo.
Viendo los videos del programa Aprendemos Juntos, producidos por el diario El País de España, me topé con una maravillosa sorpresa. La filóloga Cristina Aranda, dedicada a la tecnología en su ámbito de lingüista, nos regala una maravillosa disertación sobre algo muy en boga: la inteligencia artificial necesita perfiles de humanidades.
De la manera más simple explica cómo los lingüistas están aportando en el proceso de comprensión de las máquinas del sistema complejo del lenguaje natural que usamos las personas. Pero va más allá, dice cómo muchas otras ciencias sociales —bellísimas, pero sin empleabilidad, en palabras del presidente— y las humanidades tienen mucho para contribuir a la aplicación de las ciencias y la tecnología.
No podía faltar la ética en el desarrollo científico y tecnológico. ¿Quiénes estudian la ética? Quienes se dedican a la filosofía. En algún momento me llenó los oídos una frase que no es de ella, pero la cita con vehemencia, como si lo fuera. Menciona a François Chollet, reputado ingeniero de software, quien, según Aranda, palabras más, palabras menos, afirmó: “Antes me preocupaba que la gente no supiera matemáticas, ahora lo que realmente me preocupa es que la gente no sepa de humanidades”.
Diversidad cultural
Quizás al sistema educativo costarricense y mundial le hagan falta más las humanidades. Sin duda, la vida sería más justa, mejor comprendida, mejor apreciada. No imagino una vida sin artes plásticas, sin literatura, sin filosofía, sin teatro o sin música.
Un humanista italiano, recientemente desaparecido, Nuccio Ordine, se refiere a eso en su obra La utilidad de lo inútil. Bendita la hora en que nuestras universidades se dedican a eso que algunos llaman “inútil”.
La ministra Müller cerró la “conferencia” exclamando que la educación la defiende ella, a muerte. Habría que preguntarle qué tipo de educación y para quiénes. En la de menos, si de incluir humanidades se trata —cosa que dudo—, podría empezar por algunos a quienes tiene muy cerquita.
El autor es profesor de Epidemiología en la UNA desde hace 20 años. Ha publicado unos 140 artículos científicos en revistas especializadas.