Sin embargo, siempre hay pistas que vale la pena apuntar. He aquí algunas:
UP tuvo el mayor avance: 9 alcaldías contra 1 en el 2020 y 38 regidurías frente a 10 entonces. Sin embargo, al ser más una suma de candidaturas que un partido decantado, su gran desafío es cómo convertir el avance en consolidación estructural. Para el PUSC, en cambio, que sí tiene identidad, procesos y liderazgos decantados, sus 5 alcaldías y 19 regidurías adicionales lo fortalecen como organización. Liberación tuvo un fuerte retroceso neto, pero no sorprendente si, además de sus problemas internos, tomamos en cuenta que 25 de sus alcaldes no pudieron presentarse a reelección. Las tres alcaldías del PLP parecen un buen comienzo; la única del Frente Amplio, algo que debería inquietarles.
Para los partidos afines al impreciso “chavismo”, el desenlace fue catastrófico. Aparte de que, por irrespetar la paridad horizontal, se autoexcluyeron de la competencia por alcaldías, Pueblo Soberano apenas tuvo ocho regidores y Aquí Costa Rica Manda, siete. Y si alguna gente pudo creer que Progreso Social Democrático aún era afín al presidente, su alcaldía única y 20 regidurías constituirían otro golpe.
Los aspectos más esperanzadores, además del razonable desempeño de los partidos locales, fueron la mayor participación fuera que dentro de la GAM (a la inversa de las elecciones nacionales), la renovación de cuadros, el rejuvenecimiento de candidaturas, el impecable desempeño del TSE y aportes como los de la incubadora de liderazgos Más Costa Rica (+CR) y el Pacto Ético Interpartidario, gestado por jóvenes y firmado por más de 40 partidos.
¿Éxito democrático? Si el abstencionismo hubiera bajado, respondería con un sí contundente, pero su aumento modera el entusiasmo. Queda mucho por hacer.
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El autor es periodista y analista.