Al fin, tras pujas múltiples, nombres diversos y riesgo patentes, tenemos defensora de los habitantes. Y —complemento indispensable— existen fuertes indicios de que cumplirá a cabalidad con su misión.
No se trata de algo menor. Con problemas crónicos en varias instituciones, que erosionan los servicios, y un Ejecutivo que, por impericia y designio, desafía con frecuencia la integridad del Estado de derecho, la Defensoría de los Habitantes se enfrenta a tareas esenciales. Adscrita al Poder Legislativo, pero con total independencia, debe, dice su ley, “proteger los derechos y los intereses de los habitantes” y velar por que “el funcionamiento del sector público se ajuste a la moral, la justicia, la Constitución Política, las leyes, los convenios, los tratados, los pactos suscritos por el gobierno y los principios generales del derecho”.
Lo hace mediante una “magistratura de influencia”, la cual, a su vez, depende casi totalmente de su legitimidad. Esta se ha visto seriamente vulnerada durante los últimos años. De ahí la importancia de que la defensora la restaure. Todo indica que Angie Cruickshank, la seleccionada, posee las condiciones para hacerlo. Destaco cuatro:
Primera, fue elegida con 31 votos de tres partidos muy distintos entre sí (Liberación, Frente Amplio y Liberal Progresista), más uno de Progreso Social Democrático. Los demás se dividieron entre tres candidatos diferentes; por esto, empieza con buena base política. Segunda, es especialista en derechos humanos y ha ejercido como tal, dentro y fuera del país. Tercera, ha demostrado independencia de criterio (recordemos su renuncia al PLN por asuntos de principios). Cuarta, y en sus propias palabras, “siendo parte de un grupo minoritario (afrodescendientes)” entiende y comparte el sentir de quienes padecen exclusión y discriminación. Un plus, sin duda.
La agenda sustantiva pendiente, tras un lamentable impasse en la institución, es enorme; los nuevos desafíos que se perfilan, quizá aún más. A esto se añade la necesidad de restaurar una cultura institucional colaborativa y motivadora, sin la cual será mucho más difícil cumplir con lo demás. Todavía más complejo, deberá demostrar por qué la Defensoría es una institución relevante, amiga de la gente y atenta a sus necesidades y derechos. Su éxito será de todos.
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