Columnistas

La sociedad del miedo

El miedo puede ganar campañas, pero no sirve para el gobierno democrático de una sociedad

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Uno de los fundamentos de la democracia es la capacidad de las personas ciudadanas para reconocerse como interlocutoras legítimas en los asuntos de interés público, a pesar de sus diferentes modos de pensar. Ese reconocimiento implica, como mínimo, un trato que respeta la integridad y dignidad ajenas, aun en situaciones de conflicto. Ello no supone ningún vínculo afectivo o una buena opinión de los demás, y menos de sus ideas, pero sí cierta disposición a escuchar y, si las circunstancias lo ameritan, cooperar con ellas en la resolución de problemas comunes.








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