No existe nada más íntimo que el dolor. Y nada más personal que la muerte. Ella nos aguarda impertérrita en medio de instantes de luz, como sombra inevitable del destino. También nos hermana. Desde la colina hasta la llanura, en la nobleza y el pueblo llano, doquiera haya vida, es la condición que traemos inscrita al nacer, sin importar el legado que dejamos. Y casi siempre nos sorprende porque incluso sabiendo su implacable sino, nunca estamos preparados a su encuentro, porque nadie sabe ni el día ni la hora.
Quien parte, descansa de inquietudes, sobresaltos y tribulaciones. También cesan alegrías y la serenidad de rostros yertos a su abrazo advierten a quienes quedan atrás que comenzó su duelo. Es ese dolor incurable del vacío. No hay consuelo. Solo los vientos del tiempo van atenuando la pena de una partida irremplazable.
Hace una semana murió mi padre. Le sorprendió el ocaso repentinamente. Vikingo envejecido no logró el último peldaño de su transporte a casa. No supo más. No pudo agradecer a la persona que intentó reanimarlo, ni a quienes llamaron la ambulancia, ni a quienes atendieron sus últimos días.
Pero estaba en Costa Rica. Esa bendición fue escogida, porque vino desde lejos y nunca más se fue. Así conoció el alma generosa de este pueblo que amó. Y en sus últimos instantes, quedó en los brazos amorosos de esa madre de todos: la Caja Costarricense de Seguro Social.
Me acongoja que sean momentos así los que nos enseñan el extraordinario valor de lo que tenemos. Noble o plebeyo, mi padre habría sido atendido igual, con el mismo solidario afán. Eso me consuela. La humanidad que encontramos, el cuidado afectuoso del personal de cuidados intensivos, el médico paciente que respondía inquietudes y las enfermeras siempre atentas, como si no tuvieran mil y una obligaciones y pacientes más.
Por convicción intelectual, social y humana, he siempre defendido nuestro sistema público de salud. Nació como uno de los instantes luminosos de nuestra historia. Era parte de la otrora excepcionalidad. Y gota a gota ha venido siendo horadado.
He sido crítica de su abandono, afligida por sus amenazas, preocupada de su futuro. Si algo me advierte este aciago trance es que todos la necesitamos en el momento más amargo. Es ahí cuando la descubrimos como una inefable experiencia humana.
vgovaere@gmail.com
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.