A la fatiga democrática se le inventó un gran chivo expiatorio: la globalización. A ella se le acusa, como deus ex machina, del desarrollo económico desequilibrado. La apertura comercial se indicia por la debilidad de la agricultura doméstica. Deslocalización de empresas va a la par del abandono de zonas industrializadas. Cierto. Pero relación no es causalidad. ¿Y la política? De por medio está la negligencia. De esa, mejor ni hablar.
Es fácil imputar a la búsqueda de eficiencia la responsabilidad por las deudas sociales: desigualdad, dualidad productiva y asimetrías regionales. Es como si la economía y las decisiones de inversión obedecieran a fuerzas naturales, ajenas a la voluntad humana. La globalización, sin embargo, no vino sola, sino acompañada de cierta política que no es ausente a sus falencias.
Con la caída del muro de Berlín, el mundo que se abría al comercio coincidió con la hegemonía del neoliberalismo. Esa doctrina cortó los ingresos del Estado. La Hacienda pública quedó sin recursos para políticas de compensación para la desindustrialización local, entrenamiento laboral a desplazados por deslocalización de empresas y construcción política de climas de negocio que enfrentaran los efectos no deseados de la apertura comercial.
Pero no se hizo. Sobraron denuncias. Fueron voces ignoradas. Las distorsiones aparecen ahora como caldos de cultivo de amenazantes populismos. Pero nadie es responsable. Hasta hace poco, los gurús económicos hablaban de ineludibles fallas del mercado. Como si el mercado tuviera alma, vida y corazón. El mercado no falló. Sí lo hizo el sesgado diseño de políticas públicas.
Hubo exceso de ganancias y, al mismo tiempo, escasa capacidad pública. Pudo haber “derrame”, pero se cerró el grifo. Eliminar impuestos fue dogma universal paralizante. No podía haber políticas de ajuste con recursos disminuidos. No fue el triunfo de la globalización el responsable de dejarlo todo en las “manos invisibles” del mercado, sino Reagan y Thatcher.
En deudas de democracia, el desacople tampoco resuelve fallas que son políticas. Pero sí puede poner en riesgo el dinamismo comercial responsable de tanto desarrollo humano. Véase China. El proteccionismo destruye, no construye. Queda de lección que nunca habrá equidad sin saldar la deuda redistributiva.
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Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.