La danza del pollo en boxeo ocurre cuando uno de los luchadores, luego de recibir un par de mameyazos, deambula por el cuadrilátero con la mirada perdida, haciendo contorsiones para no caer. Sus piernas y brazos ya no lo sostienen, pero su instinto, coraje y entrenamiento le dicen “no caigas, sigue peleando”.
La danza tarda pocos segundos, pues, irremisiblemente, el danzante termina planchado en el ring, pero por unos instantes eternos su mente le juega la mala pasada de decirle que puede seguir. Y, no; no puede.
Pensemos a la danza del pollo como un momento de disonancia cognitiva. En este tipo de situaciones, las personas experimentan profundas tensiones en sus sistemas de creencias (y emociones) debido a, entre otras cosas, comportamientos que las contradicen. Son momentos de gran confusión que, a diferencia del boxeo, pueden terminar resolviéndose de maneras muy distintas. Las personas pueden terminar reafirmando sus creencias y reprimir futuros comportamientos inconsecuentes; puede cambiarlas y abrazar nuevas (por buenas o malas razones) para así justificar lo ocurrido; o pueden entrar en negación y alegar que nada ocurrió.
La disonancia cognitiva está bien establecida como un fenómeno en el plano individual o de los pequeños grupos y, para estudiarla, se han desarrollado todo tipo de experimentos. El fenómeno es tan antiguo como Esopo, el gran fabulista de la antigüedad. En un famoso cuento, relata cómo una zorra muerta de hambre fracasa en alcanzar un jugoso ramo de uvas, y luego de fallar exclama “¡Ni las quería: estaban verdes y feas!”.
Mi pregunta es si una sociedad, compuesta por millones de individuos, algunos de gran inteligencia y perspicacia, puede caer en épocas de disonancia cognitiva. Recurriendo a la metáfora del boxeo, ¿puede entrar en la danza del pollo? Como esta es una columna semanal de opinión y no estoy en un congreso académico, quisiera plantear la hipótesis que sí, que hay disonancias cognitivas de carácter macro. Y aprovecho para citar un ejemplo que creo cae a cuento. En un mundo que ya entró en una fase gravísima del calentamiento global inducido por los combustibles fósiles y el gobierno deshoja una margarita frotándose las manos con la plata que cree hará explotando combustibles fósiles, ¿cómo resolveremos esa disonancia? No lo sé, espero que no sea alimentando la crisis que nos podría liquidar.
El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.