El 28 de diciembre de 1985, los hermanos Lumière proyectaron la primera filmación de la historia. Obreros salían de una fábrica de Lyon, Francia. Nacía así el cine. Para sus creadores, era un maravilloso instrumento para capturar y reproducir la realidad, liberándola de los límites de espacio y tiempo. Quien ausente por lejanía o instante reviviría hechos más allá de los confines de su acceso material. El mundo se hizo más pequeño y cercano.
Jamás pensaron sus creadores en utilizar el cine recién inventado para crear realidades alternativas. Hoy es su principal función, hacernos vivir fantasías e ilusiones. La creatividad encontró nuevos terrenos de expresión narrativa de las angustias humanas. Y al tiempo que nacía la nueva literatura fílmica, las masas encontramos nuevos circos.
Casi con precisión de reloj suizo, 100 años después nació el mundo digital. Se articuló en la web, donde la internet es el paradigma de esa entelequia y las redes sociales su producto más insigne. De nuevo, distancia y tiempo desaparecieron. Los humanos tuvieron inimaginables encuentros y forjaron lazos en comunidades virtuales, donde hasta momentos íntimos encuentran espacio. Las masas encontramos nuevos vecindarios. Unos con parques cibernéticos de recreación y otros con rincones oscuros y peligrosos.
Poco tardó el mercadeo político en convertir el cine en instrumento de persuasión electoral. Los comicios son inconcebibles sin música empalagosa, imagen fabricada y frase resbaladiza de político en campaña. Tampoco internet tuvo que esperar para que su nuevo mundo de acceso universal permitiera debates públicos, análisis sesudos y foros democráticos, abiertos a la más amplia participación popular. Y en el lado oscuro de la fuerza, también se incuban artificios mezquinos entre el anonimato de los bastidores de las redes sociales.
En esos barrios digitales de olores fétidos, Costa Rica perdió el olfato. La oferta profesional de la injuria virtual es producto comercial conspicuo. Todo funcionario puede contratar troleros para el asesinato moral de sus contrarios. Se afirma que una vez conocida la oferta existente, el contrato-trol será parte de la política usual. Y, lo peor, eso ya no sorprende. Ni siquiera llega a escándalo. Murió la indignación. Perdimos la capacidad de asombro.
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Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.