Cuando hablamos que un país tiene tal o cual fortaleza histórica, ¿qué queremos decir? Pienso en lo siguiente: que en un tema determinado, una sociedad tiene ventajas sobre otras, verificables por medio de la evidencia empírica correspondiente, ventajas que han sido logradas a lo largo del tiempo por medio de ciertos arreglos institucionales y políticas públicas y que le permiten cosechar buen renombre internacional y legitimidad interna.
Esta manera de definir las cosas me permite decir, por ejemplo, que la infraestructura de transportes no es una fortaleza histórica de Costa Rica y que, en cambio, el sistema de salud pública, la atracción de inversión extranjera, o haber abolido el ejército hace siete décadas, sí lo son. También, ayuda a entender que la construcción de ventajas es un arduo proceso que requiere de mucho tiempo y constancia, no se hace de la noche a la mañana (en cambio, perder una ventaja es tan fácil como descarrilar un proceso, dejándolo caer o dinamitándolo).
En un país como el nuestro, tan urgido de cambios para mejorar nuestra situación, ¿qué papel juegan las fortalezas históricas a la hora de hacer transformaciones? Como siempre, la respuesta tiene un truco: depende de lo que entendamos por cambio, un concepto con, al menos, dos significados. El primero es puramente descriptivo: cambio es cualquier modificación que se haga a una realidad, sin que interese una explicación sobre los fines perseguidos. El segundo es normativo: cambio es una modificación intencionada, alimentada expresamente por una visión articulada sobre cómo esa transformación mejorará las cosas.
Si cambio se entiende en el sentido descriptivo, las fortalezas históricas de un país no tienen mayor relevancia a la hora de efectuar transformaciones. Cualquier cosa que convenga tácticamente a quienes impulsen una modificación, va, y si esta llega a debilitar una ventaja, pues, ni modo, es una pérdida contingente y colateral.
Sin embargo, si se adopta un sentido normativo de cambio, las fortalezas históricas son de importancia capital, pues constituyen la plataforma para efectuar las transformaciones deseadas. Desde esta perspectiva, uno no deshace puntos fuertes a la hora de transformar un estado de cosas, sino que, por el contrario, los emplea como poleas para remover las debilidades. Me temo que eso no es lo que estamos haciendo hoy por hoy en Costa Rica.
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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.