“Al College Board, nadie lo eligió para nada”. Eso dijo el gobernador de Florida Ron DeSantis en una conferencia de prensa en la que amenazó con impedir que las escuelas secundarias del estado ofrezcan a sus alumnos un nuevo curso de estudios afroamericanos del programa preuniversitario Advanced Placement que gestiona dicha entidad.
Con la mirada puesta en candidatearse a la presidencia de los Estados Unidos en el 2024, DeSantis posee una capacidad alarmante para llamar la atención aprovechándose de la discusión racial y presentarse como una versión edulcorada de Donald Trump.
Mientras DeSantis atizaba su enfrentamiento con el College Board, varios otros estados (entre ellos Virginia, Dakota del Norte, Misisipi y Arkansas) siguieron el ejemplo de Florida y sometieron el nuevo curso a examen en busca de lo que denominan “material divisivo”.
En tanto, el College Board revisó el plan de estudios propuesto y sacó de la categoría de “lecturas obligatorias” a diversos autores (Kimberlé Crenshaw, Angela Davis, Ta‑Nehisi Coates) y temas contemporáneos (Black Lives Matter, las indemnizaciones por esclavitud). Además, se eliminaron por completo la teoría crítica de la raza (CRT) y el uso de la palabra clave “sistémico”.
Esta batalla por los planes de estudio es el último episodio de las guerras culturales que se desarrollan en Estados Unidos, con un DeSantis que lidera la acometida conservadora contra lo woke. Un observatorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles señala numerosos ejemplos de estados que aprobaron medidas contra la CRT. Asimismo, PEN America halló que en el año escolar 2021‑22, 138 distritos escolares en 32 estados prohibieron un total de 1.648 libros distintos, relacionados en su mayoría con temas raciales o LGBTQ+.
Segregación curricular de contenidos y perspectivas
Hace poco DeSantis puso su mira en la educación superior, en lo que Germán López, del New York Times, describe como un intento de crear un “Fox News universitario”. Entre otras cosas, quiere abolir los programas de diversidad y eliminar la estabilidad docente, lo que habilitaría a realizar purgas de personal en universidades e institutos públicos. Llenando la junta del New College of Florida con activistas de derecha, ha creado un caso testigo de cómo podría ser una universidad “antiwoke”.
Los cruzados conservadores afirman que están tratando de quitar la política de la educación, en particular en la enseñanza de la historia. Pero como todo plan de estudios es resultado de un proceso de selección, ninguno es apolítico. En su intento de sacar lo “woke” de la educación, en la práctica, los conservadores actuales promueven una segregación curricular de contenidos y perspectivas. Lo que está en juego no es solamente qué debe incluirse en el canon (el material esencial de cualquier curso introductorio) sino quién lo decide.
Las elecciones respecto de lo que debe incluir un plan de estudios determinan la mirada que cada nueva generación de estudiantes tendrá de un asunto. Como no hay espacio para todo, a algunas perspectivas se les da más importancia (y las reproducen a su vez los estudiantes), otras terminan como temas complementarios, y muchas más quedan fuera.
Estas son las líneas que separan el paradigma de la periferia, lo visible de lo invisible. Son las que determinan las voces que se escuchan y las que se silencian. Estas distinciones pueden ser cuestiones de importancia cultural existencial.
Centrarse en los hechos
Las raíces del problema son profundas. Durante unos 500 años y pico, una región que ocupa el 8 % de la superficie terrestre del planeta (Europa) controló más o menos el 80 % del mundo, y eso le otorgó un poder monopólico para decidir qué cuenta como “conocimiento”. Todavía vivimos con ese legado. En la medida en que otros puntos de vista tienen representación en el mundo académico occidental, están confinados en departamentos y cursos optativos de existencia meramente simbólica.
Mantener esas otras perspectivas encerradas asegura que no cuestionen el paradigma predominante. Y aunque el curso de estudios afroamericanos propuesto cosechó elogios de la izquierda, no deja de ser un ejemplo de compartimento estanco. Al fin y al cabo, sería más apropiado y simple describir el mismo material como “estudios americanos”.
No tiene por qué ser así. Ya tenemos modelos para garantizar que los planes de estudio sean más exactos desde el punto de vista histórico y que incluyan una variedad más amplia de perspectivas globales. En Alemania, por ejemplo, la enseñanza sobre el Holocausto es obligatoria, lo que implica que es parte de la psiquis colectiva.
No se trata aquí de la promoción de una agenda política en particular; se trata de los hechos. Departamentos de psicología de grandes universidades ya reconocen abiertamente que las pautas de conducta de los habitantes de los países occidentales, educados, industrializados, ricos y democráticos son desviaciones, no un ejemplo de normas humanas universales.
Por su parte, departamentos de historia de las mejores universidades (sobre todo en el ámbito de la historia económica) ya reconocen el hecho de que el éxito de la industrialización se basó en los saqueos del colonialismo y de la esclavitud.
Podemos entender el mundo mejor cuando nos tomamos en serio la pluralidad. Los filósofos lo denominan “justicia epistémica”, pero también podríamos llamarlo buena ciencia e investigación honesta. La lucha por la definición de las fuentes de conocimiento legítimas no es una mera lucha por pomposos “castillos en el aire”, sino una que atañe a los cimientos de la sociedad y a su capacidad de generar justicia para todos sus miembros.
El intento de DeSantis de frustrar una iniciativa académica novedosa y muy demorada es un intento de sofocar el impulso más potente hacia el cambio estructural: un reemplazo de paradigma intelectual. En cualquier caso, el curso de estudios afroamericanos propuesto no es un cuestionamiento suficientemente ambicioso a la narrativa predominante. Al intentar deslegitimarlo, la derecha estadounidense promueve una nueva clase de segregación educativa: el apartheid epistémico.
Antara Haldar es profesora asociada de Estudios Legales Empíricos en la Universidad de Cambridge.
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Hace poco DeSantis puso su mira en la educación superior, en lo que Germán López, del "New York Times", describe como un intento de crear un “Fox News universitario”. (JOE RAEDLE/AFP)