La globalización está en crisis. No hay buenos augurios para el comercio. Se vislumbran cataclismos geopolíticos. Es una tormenta perfecta que agrega nubarrones desde la ofensiva comercial de Trump contra China, a lo que siguió la pandemia. Se agita ahora, tras la invasión rusa a Ucrania, la perspectiva de una larga guerra y el mundo dividido en bloques.
Son las primeras fases de un mundo que cambia ante nuestros ojos. La formación de coaliciones defensivas puede generar, sin embargo y a contrario sensu, oportunidades para Costa Rica. Las cadenas de producción con eslabones alejados de sus mercados meta se vuelven vulnerables. Para aminorar riesgos climáticos, de salubridad y geopolíticos, se impone superar la lejanía. La nueva tendencia es la relocalización. Con el nombre de nearshoring, llega una tendencia a acercar las fases productivas de las cadenas de valor a sus casas matrices y a sus mercados meta. Costa Rica podría sacar ventaja de su cercanía con los Estados Unidos.
¡Tremenda tentación de solo congratularnos de estos cambios y depositar, de nuevo, todos los huevos en la misma canasta! Pero como no hemos aprendido las lecciones de nuestra historia, nada excluye que repitamos la unilateralidad de nuestro modelo dual.
Nuevas inversiones llegarán buscando vecindad con Estados Unidos. Pero el nearshoring no puede ocultar que tenemos un tejido empresarial local desconectado, cerca de la mitad del empleo creado en la informalidad, gigantescas brechas territoriales y debacle educativa.
Ahí llegan las nuevas oportunidades para coexistir, de nuevo, con nuestros persistentes rezagos, desafíos permanentes a nuestra capacidad de soñar. Es difícil cancelar la deuda democrática que nos llevó a elegir un gobierno más por desencanto que por ilusión. Esa deuda persistente lo amenaza todo, incluidos nuestros avances comerciales, que se pueden ir por la borda.
Enorgullece el lugar del comercio de Costa Rica en el mundo. Pero nuestros rezagos se ocultan muy fácilmente tras la cortina de nuestro éxito exportador. Los desafíos todavía pendientes son tanto más aflictivos cuanto ni siquiera dependen de mayores recursos, como en el caso de la desconexión educativa. La deuda democrática no se resuelve solo en lo económico. Es una crisis de conducción política que no hemos podido resolver ni entrevemos cómo.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.