Leí hace poco un artículo de la escritora española Rosa Montero y quedé perplejo porque se supone que Escandinavia es una de las regiones más igualitarias y avanzadas del planeta. Sin embargo, resulta que los países nórdicos tienen las tasas de violencia de género más altas de Europa.
Suecia duplica el número de casos de este tipo que se perpetran en España, soleada y mediterránea, con la carga del estereotipo del macho ibérico. La imagen del gélido hombre salido de la niebla se desplomó, y me recuerda que los modelos sirven únicamente para concientizarnos en que las generalizaciones son inexactas y reiteran tonterías.
El ensayista, investigador y financiero libanés nacionalizado estadounidense Nassim Taleb afirma que no se debe confiar en la persona que no tiene enemigos porque, si se toma partido por algo, alguien, una idea, una posición o forma de ver la vida, necesariamente eso genera posturas contrarias. Desde discusiones de alto nivel hasta odio sin fundamento basado en la ignorancia, pero al fin y al cabo esos indicadores señalan que se causa una reacción, que no es un fantasma en la realidad que le tocó vivir.
Por mi trabajo, es inevitable que me haya correspondido laborar con personas que no se comprometen, que miden sus palabras con miras a sus metas profesionales, intentan quedar bien con todos aunque la congruencia se aleje en ese proceso. No dicen las cosas de frente para no recibir posteriormente una represalia.
En mi línea de ocupación no siempre se sabe quién disparó el gatillo, pero sí se sufre el impacto. El resultado es que impera un régimen de desconfianza tácito, maquillado de cordialidad y buenas maneras. Debajo del agua, sin embargo, se mueven alianzas, estrategias, incluso posibles conspiraciones no necesariamente benignas. Presumo que esto sucede en todas partes, ¿o no?
Trabajo de campo. La violencia de género como discurso ha llenado interminables pliegos antes que la política de “cero papel” en el poder del Estado donde trabajo. Pero como realidad se ha convertido en nicho de algunos puestos de mando. Nunca he visto a un caudillo o abanderado efectuar una labor de campo, a diferencia de lo que sí hacen la Comisión de Género y la Secretaría Técnica de Género de Acceso a la Justicia del Poder Judicial. Alguien puede argumentar que es asunto de jerarquía. Yo no lo hago.
Mientras tanto, los feminicidios o “femicidios” (como está tipificado en la ley) se siguen acumulando en Costa Rica y no ha terminado el 2018. En el pasado, algunos de esos casos acababan en la impunidad, lo cual, según mi criterio, se pudo deber a posibles errores judiciales graves. El Poder Judicial, perfectible como es, debe comprometerse a evitar yerros antiguos.
En la Divina comedia, de Dante, en el “Canto III del Infierno”, encontramos que las almas más despreciables son aquellas “que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio (…) que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que solo vivieron para sí”.
Prefiero tomar posición: la mujer no fue hecha para ser un juguete u objeto del varón, tiene todo el derecho de ser tratada con respeto y no necesita recibir halagos no solicitados en la vía pública. Pueden no estar de acuerdo conmigo, pero mi corazón no es frío y mucho menos tibio.
El autor es abogado.