La atropellada sucesión de hechos que rabiosamente narró el presidente, Rodrigo Chaves, para tratar de justificar las penosas actuaciones de su ministra de Salud, Joselyn Chacón, abrió la puerta a las contradicciones.
Resulta coherente, por ejemplo, que el mandatario califique de error de Chacón haber solicitado al trol Piero Calandrelli atacar a periodistas. Bien que reprenda ese acto tan bajo. Pero lo incoherente es advertir que no permitirá que “la asesinen por hacer lo correcto”. ¿Un error correcto?
Otro contrasentido. Es público desde el 2019 que Calandrelli es un personaje falso, de Facebook y TikTok. Quizás un ciudadano común lo ignore, pero los estrategas políticos no. De hecho, el gobernante admite que “Vargas fue compañero de batalla” en la campaña electoral, y casi aplaude a Alberto Vargas, el operador del trol, al reconocerlo como uno de los “cientos de costarricenses que lucharon contra la influencia” de lo que él llama “esos tres medios tradicionales (La Nación, Crhoy y Canal 7)”. Salir ahora con la excusa de que hasta finales del 2022 descubrieron que es “una pluma pagada” los deja como muy cándidos.
Otra incongruencia. Chacón decía que Calandrelli se hizo pasar por médico graduado en Italia (y eso que ella es médica), pero ahora lo presenta como estudiante de Derecho. De una ministra tan hábil —como ha demostrado ser—, lo mínimo que se espera, antes de hacer transferencias de “caridad” a un supuesto desconocido, era investigar el currículo.
Hay más cabos sueltos en la historia, pero lo que sí se amarra es el nexo entre el gobierno y el trol, al punto que había un WhatsApp directo con él y le daban atención VIP, pues incluso Pilar Cisneros le declaró su “eterno agradecimiento” y le ofreció someter al “comité de comunicación de la Casa Presidencial” el conflicto con la ministra.
Culpar a la prensa del “escandalillo” es contorsionismo político, darle vuelta a la realidad. Quien creó el “huracancillo” en las redes sociales fue la ministra, no la prensa. Quien se mete con troles sale pringado. Lo moralmente correcto es que se coman la bronca, no cargarla a la prensa para, como acróbatas políticos, caer parados después de tanta voltereta.
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El autor es jefe de Redacción de La Nación.