El suyo es un nombre que resonó de manera súbita en el panorama del fútbol costarricense desde el 2019, cuando la tevé tica tuvo un cambio radical en la forma en que los fanáticos consumen este deporte.
Gabriel Vargas apareció en las pantallas de la televisión nacional gracias a FUTV (canal que transmite de forma exclusiva y paga la mayoría de partidos de la liga costarricense de fútbol) y, desde entonces, se ha convertido en un rostro conocido, al lado de consolidadas figuras como Jorge Martínez, Christian Sandoval, Claudio Ciccia, Hernán Morales, entre otros pesos pesados del deporte rey.
Lo que muchos no conocen es que, por muy poco, Vargas tuvo su carrera en las canchas de fútbol y no en los micrófonos y las cámaras. “Por supuesto, pudo haber sido una vida emocionante, pero me siento feliz de todo lo que me ha traído el periodismo”, adelanta Vargas sobre su historia.
Gabriel Vargas y su historia poco conocida
La relación de Gabriel Vargas con el fútbol se tejía desde sus días de infancia, en Guadalupe de Goicoechea, donde el balón era su regalo predilecto. En aquel lugar, cada callejuela o espacio libre se convertía en un escenario para partidos improvisados. Desde sus primeros recuerdos, el fútbol era su mundo.
“Si venía Navidad o mi cumpleaños, ya mi familia sabía que quería: una bola de fútbol, no fallaban”, recuerda hoy el gerente de FUTV.
Desde que iba al kinder hasta las tardes en su casa, la misma pasión fue una constante. Eso sí, una gran oportunidad llegó a los siete años, cuando sus padres encontraron un stand de escuelas de fútbol en una feria y decidieron inscribirlo en una escuela de fútbol del Deportivo Saprissa.
Las canchas de fútbol que había en aquel entonces, allá por Jardines de Tibás, se convirtieron en su segundo hogar. En cada sábado de entrenamiento, su amor por el fútbol se cimentó y empezó a tener un anhelo más grande. “Yo pensaba, ¿será que puedo hacer esto para siempre”, recuerda.
Vargas albergaba el sueño clásico de todo niño que ama el fútbol: ser jugador profesional, llegar a la primera división, traspasar fronteras y vestir la camiseta de la Selección Nacional. Pero, por supuesto, la exigencia académica también se hacía presente. “Una mala nota o una queja en la escuela era toda una pesadilla para mí, porque me daba miedo que me sacaran del club de fútbol”, rememora entre risas.
El equilibrio entre el estudio y el deporte se volvía fundamental. Avanzó en las escuelas de fútbol y, en esos días de infancia, fue colocado como delantero por su estatura.
El panorama cambió cuando, alrededor de los 10 años, en 1995, se formaron escuelas centrales del Saprissa en todo el país. Las pruebas para la selección sub-11 abrieron un nuevo capítulo en su vida futbolística y él se inscribió en la escuela de fútbol central en Tibás, donde afianzó su carrera hasta los 15 años. En ese tiempo compartió terreno con nombres que luego se convertirían en figuras reconocidas: Gabriel Badilla, Randall Azofeifa, Jason y James Scott... “Fue una gran experiencia para mí”, rememora el comunicador, de 38 años.
Vendrían las pruebas
Gabriel Vargas se vio enfrentado a una bifurcación en su trayectoria futbolística; un episodio marcado por una decisión que, al menos en aquel entonces, parecía trivial, pero que al final tuvo profundas repercusiones. Al participar en las pruebas de visoría del Deportivo Saprissa una situación imprevista truncó su trayectoria.
Recuerda con claridad aquellos días en San Francisco de Ríos, donde se llevaban a cabo unas pruebas para definir quiénes tenían más potencial para subir escalones y soñar pronto con entrenar con los primeros equipos del Saprissa.
Todo se resumía en un reto entre los equipos central A y B, que resultaba en la selección final del equipo principal. Por desgracia, Vargas faltó dos días debido a exámenes en la escuela, algo que, a pesar de la explicación, no fue perdonado por los responsables de las visorías. La competencia era feroz, el talento abundaba y cualquier detalle marcaba la diferencia.
Finalmente, la sentencia llegó: Vargas no quedó en la selección principal de promesas para el Saprissa.
Este revés lo llevó a una sección de divisiones menores en La Sabana, una sección que, aunque no era mala, representaba un paso atrás en su ambición futbolística. Para complicarlo todo, el joven enfrentó dificultades económicas familiares: su padre estaba desempleado y debía colaborar económicamente.
“El ambiente en la casa había cambiado y todo era un tanto más difícil”, detalla Vargas.
En medio de esta coyuntura, surgió una oportunidad de colaboración con la Fundación Omar Dengo, Intel y el Ministerio de Educación Pública. Ofrecían cursos para educadores de primaria y secundaria sobre el uso de herramientas tecnológicas, donde Gabriel era asistente técnico, lo cual benefició a que él tuviera una fuente de ingresos para su familia.
Las demandas del fútbol y las responsabilidades personales chocaron, forzándolo a tomar una decisión difícil a una edad temprana. El fútbol pasó a un segundo plano mientras se enfocaba en los estudios y los cursos que lo ayudaban a sostener económicamente a su familia.
Dejó el fútbol por completo cuando entró al quinto año de colegio, aunque siempre mantuvo su pasión por este deporte. El periodismo, sin embargo, empezaba a llamarle la atención. Aquellos periodistas de la época, como José Ángel Monge o Luis López Rueda, suscitaban su interés.
Pero un nuevo debate surgía en su mente: insistir con el fútbol, apostar por ser periodista o convertirse en ingeniero industrial.
Finalmente, Vargas decidió probar suerte con la ingeniería en las pruebas para ingresar a la universidad. Al final, no consiguió la plaza que buscaba.
“Me daba la nota como para artes gráficas, pero no soy tan diestro en el dibujo, entonces preferí esperarme”, recordó.
Un año después, trabajando en un call center, consideró darle otra oportunidad al examen de admisión y se topó con la carrera de Periodismo en la Universidad Internacional de las Américas. “Siempre me atrajeron los deportes, pero mi inclinación siempre apuntó hacia el fútbol y podía ser la oportunidad de seguir vinculado a eso”, recuerda.
Gabriel entró a Comunicación Colectiva, empezó a hacer prácticas en periódicos como La Nación y no creía que las canchas fueran a aparecérsele de nuevo, hasta que ocurrió algo curioso.
A los 20 años tuvo un encuentro inesperado con Alejandro Larrea y James Scott, quienes estaban vinculados con el equipo de Saprissa. Ambos le sugirieron volver al fútbol. “Fui a entrenar con la segunda división y, aunque no estaba en mi mejor forma física, me dieron la oportunidad”, rememoró.
Sin embargo, tras un encuentro amistoso y algunas pruebas, decidió enfocarse en su carrera y estudios, dejando atrás su sueño de jugar profesionalmente.
En una conversación que marcó un punto de inflexión, Gabriel tuvo la oportunidad de dialogar con uno de los encargados del Deportivo Saprissa: Vladimir Quesada, actual técnico campeón del primer equipo.
En un intercambio cordial pero franco, Quesada compartió con él su evaluación, señalando tenía grandes posibilidades futbolísticas. “Vladimir me djio que tenía potencial para jugar profesionalmente, pero ellos no tenían el recurso económico para ponerme a tono físico”, explica Vargas. Esta charla, aunque sincera, no hizo más que reafirmar la dirección que estaba tomando su vida y su carrera profesional, abriéndole las puertas a nuevas perspectivas y desafíos.
“Hoy en día disfruto mucho del fútbol, pero ya profesionalmente, sabía que mi futuro estaba en el estudio. Ahora soy feliz y obvio no lo cambio por nada. He ido a Mundiales, he tenido mi propio sitio web, he visto grandes competencias y ahora soy, en verdad, muy feliz en FUTV... La vida me terminó sonriendo siempre y por supuesto me siento agradecido y súper afortunado”, concluye el periodista.
¡Un último detalle! Gabriel Vargas no solo respira fútbol; tiene una pasión igualmente ardiente por el surf. En el 2005 dio sus primeros pasos cubriendo este deporte a través del sitio web TicoDeporte, un proyecto que él cofundó. Sin embargo, su verdadero viaje en este mundo comenzó en el 2008, cuando el Mundial de surf llegó a Jacó. Ahí se sumergió de lleno en la cobertura de este evento y tuvo la oportunidad de conocer a jóvenes talentosos, como Cali Muñoz y Leilani Mcgonagle, quienes más tarde se convertirían en figuras destacadas. Esta inmersión fue el comienzo de su admiración por este deporte, llevándolo a dar el paso de ser un mero observador a un practicante.
Tiempo después, Vargas fue contratado en La Nación como redactor de deportes. En el 2011 tenía la fuente fija del surf, lo cual no hizo más que acentuar esa pasión.
Como él mismo menciona: “el surf siempre ha sido más que un deporte para mí. Es una forma de vida, una conexión con la naturaleza y la pasión por desafiar los límites del mar. Desde que comencé a cubrirlo, mi relación con el surf cambió. Uno no sabe adónde lo van a llevar los caminos de la vida”, finaliza.