En la memoria de Angie Cruickshank Lambert hay una especie de “hueco” que descubrió casi siendo adulta. Se trató de un bloqueo a una situación de violencia y racismo que sufrió cuando era apenas una niña que empezaba la escuela.
Ese mecanismo de defensa le generó una “distorsión” de lo que recuerda de su época escolar, y sus memorias más bien inician viendo a su papá involucrándose en las asambleas del centro educativo, para garantizar que se desarrollara en un ambiente de tolerancia y respeto a la diversidad cultural.
“Hoy día no te puedo decir exactamente qué fue lo que pasó, lo que sé es lo que me dijeron mis papás, pero sí sé que tuve una vivencia en la escuela donde un chico me discriminaba y ejercía violencia hacia mi persona por ser una niña negra”, contó.
Gracias al involucramiento de su progenitor, el exdiputado Clinton Cruickshank, su paso por la secundaria fue bastante distinto.
Entre sus compañeros destaca el expresidente de la República Carlos Alvarado, con quien incluso compartió escenarios en el coro del colegio, donde ambos disfrutaban interpretar desde las canciones de Pink Floyd hasta los temas clásicos y religiosos. Aunque nunca llevó su talento más allá de esa actividad extracurricular, también le gustaba cantar en el coro de la iglesia.
Antes de descubrir su verdadera vocación, la Defensora de los Habitantes también abrazó el sueño de convertirse en diseñadora de modas y aunque no pasó de diseñar y coser los atuendos de sus muñecas, la espinita sigue ahí.
Fue su papá quien le puso como condición que primero sacara una carrera “profesional”, pues en ese tiempo el diseño no era visto como tal, y ya luego la dejaría seguir sus aspiraciones más artísticas.
Siguiendo el ejemplo de su mamá, Ingrid Lambert, que destacó como abogada y activista del movimiento de mujeres afrodescendientes, vio en el derecho la oportunidad de generar un impacto, promover los derechos humanos y sobre todo garantizar espacios no discriminatorios.
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“No porque fuera mi realidad escolar, porque no lo recuerdo, pero justamente por el hecho de no recordarlo es que entiendo que es tan importante, porque digo si una niña tuvo que bloquear una etapa tan importante de su memoria, quiere decir que tenía un impacto muy significativo y ahí es donde nosotros tenemos que garantizar que ningún niño o niña tenga que llegar a eso”, afirmó.

La pasión y los cinco años de carrera y experiencias llevaron a Angie a querer sumergirse por completo en su profesión. Por eso, decidió poner en pausa sus planes en el diseño, aunque no descarta la posibilidad de cumplir ese sueño en el futuro y establecer su propio emprendimiento relacionado con el mundo de la moda.
Durante su época universitaria y los primeros años de ejercicio profesional, la aspiración de Angie por enfocarse en derechos humanos y asuntos internacionales se consolidó. Gracias a esto, logró representar al país en temas de juventud y derechos de minorías. Este recorrido, que ella reconoce como un privilegio, no solo le permitió consolidar el bagaje que la llevó a convertirse en Defensora de los Habitantes, sino que también enriqueció su experiencia al exponerla a diversas culturas y realidades en el mundo.
Una deuda pendiente
A los 43 años, Angie Cruickshank es consciente de que tiene una deuda pendiente, que de a poquitos empezó a abonar el año pasado: Su propio bienestar mental y físico, el cual dejó en segundo plano durante años por enfocarse en estudios y trabajo.
Reconoce que el año pasado comenzó a ejercitarse, a dedicarse tiempo de calidad aunque sea aprovechando para hacerse un masaje cada vez que puede y se propuso como meta de este año generar con más frecuencia esos espacios de autocuidado, porque como ella misma dice: “de nada sirve tener una institución trabajando a toda máquina, cuando uno mismo no está al 100%”.
La televisión la enciende apenas para enterarse de lo que ocurre, porque asegura que la sobreoferta de plataformas de entretenimiento la “aturde”, así que prefiere escuchar podcasts sobre prédicas evangélicas o que aporten en su crecimiento espiritual y leer cuando busca distraerse.
Como parte de esos compromisos, también está el sacar tiempo para conocer más lugares del país, desde el ámbito turístico, pues reconoce que ha recorrido el país de punta a punta, pero siempre desde la política o la institucionalidad y muy pocas veces para darse una escapada a una playa de Guanacaste o la zona sur.
Desencantada de la política
Precisamente, el tema de la política ha sido parte integral de la vida de Angie desde muy joven. Aunque recuerda poco de la época en que su padre fue diputado, siempre estuvo inmersa en el ambiente político y llegó a ser militante del Partido Liberación Nacional.
A pesar de su amor por la política, el contexto actual la ha dejado, en sus propias palabras, “desencantada del sistema político”, un sentimiento compartido por una gran parte de la población. Esta desilusión se debe a la falta de señales de cambio en el sistema político actual.
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Angie cree firmemente que la política es para servir, pero dadas las circunstancias actuales, no ve muchas posibilidades de generar cambios significativos desde ese ámbito. Por lo tanto, considera que la lucha por el cambio debe buscar otros espacios donde se puedan hacer cambios reales y efectivos.
En medio de la coyuntura actual, donde se observan cada vez más violaciones a los derechos de las personas, Angie se siente especialmente frustrada por los temas relacionados con el entorno educativo y la niñez. Considera que el país tiene una deuda importante en este campo y que esto tiene repercusiones significativas en la sociedad.
Para ella, las diferencias curriculares o de infraestructura entre las escuelas de la Gran Área Metropolitana y las zonas indígenas o rurales reflejan discriminación, ya que el Estado está obligado a proporcionar educación en condiciones de igualdad para todos.