Un infeliz cualquiera yace reventado contra el piso. A su lado el sombrero. La tenue luz de un farol dibuja un charco de sangre. Si no fuera una foto, sería un Caravaggio o un Rembrandt.
Un infeliz cualquiera yace reventado contra el piso. A su lado el sombrero. La tenue luz de un farol dibuja un charco de sangre. Si no fuera una foto, sería un Caravaggio o un Rembrandt.