No importa cuán rápidos, baratos o eficientes sean los robots, no pueden compensar la ambición humana, el deseo, la necesidad y la codicia que finalmente impulsan la oferta y la demanda.
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Después de siglos de industrialismo, estamos en la cúspide de una revolución tecnológica que tiene el potencial de abolir el trabajo y dar lugar a sociedades construidas en torno al ocio.