Entre el bullicio de los transeúntes y los cientos de carros que circulan a su alrededor, en el parque La Merced, en el corazón de la capital, opera una farmacia al aire libre, donde se venden medicamentos, de forma ilegal, hasta 800% más baratos y sin receta médica.
Allí se puede encontrar desde antibióticos y pastillas para la disfunción eréctil hasta la famosa crema de rosas que entrega la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) para los problemas en la piel.
Una cápsula de azitromicina de 500 miligramos, antibiótico que se usa para tratar diferentes tipos de infecciones bacterianas, como bronquitis y neumonía, por ejemplo, se compra en el parque a ¢1.100, mientras que en farmacias locales el precio oscila entre los ¢2.200 y los ¢10.000, dependiendo del laboratorio. En términos relativos la diferencia es de entre un 264% y un 809%.
Una pastilla de amoxicilina de 500 miligramos, otro antibiótico para infecciones menores, se vende en La Merced a ¢150, mientras que en farmacias autorizadas cuesta entre ¢261 y ¢685, o sea, hasta cuatro veces menos.
Así lo confirmó un equipo de La Nación durante varios recorridos por los puestos ilegales de La Merced y después de comparar los precios de venta en varias farmacias.
Esos dos medicamentos, tienen dos características en común: lo venden sin receta médica y en la mayoría de los casos provienen de Nicaragua, donde fácilmente se compran por la libre y, posteriormente los introducen a Costa Rica como contrabando.

“De allá (de Nicaragua) lo traen, aquí lo vendemos nosotros (a precios) más favorables”, narró una tarde de agosto pasado, una mujer a la que llamaremos Inés, quien es vendedora en ese parque que casualmente colinda con el Hospital San Juan de Dios y la sede central del Ministerio de Salud.
Inés afirma que los medicamentos que ella vende son autorizados y que cumplen todos los requisitos sanitarios; sin embargo, estos dos antibióticos, la azitromicina y la amoxicilina, no están autorizados para venderse en Costa Rica, aunque sí en Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana, según se detalla en el reverso de la caja.
“Con la venta de esto nosotros nos ayudamos, no hacemos mal a nadie”, asegura la vendedora mientras entrega un sobre de analgésicos a una clienta y esconde rápidamente otra caja de medicinas en una vieja mochila, porque una patrulla de la Fuerza Pública merodea por el parque.
La venta de medicinas no funciona a la vista de un transeúnte común, no se exponen. “¿Qué necesita? ¿Algo para el dolor? Tenemos diclofenac”, dice Inés a quienes mira indecisos y no se animan a preguntar. Ya después, entrada en confianza, comienza la oferta de todo tipo de medicinas.
Las medicinas las tiene guardadas en salveques y si ella no dispone de un medicamento en el momento, llama por teléfono a alguien y exactamente tres minutos después, ese alguien cruza la calle, llega al parque, pasa el sobre de azitromicina y se va por el mismo lugar por donde llegó.
“¿Y tiene viagra?”, le preguntan a Inés. “No tengo, pero ya se la consigo a ¢2.000 cada pastilla”, contesta rápidamente. La viagra se usa para la disfunción eréctil y antes de consumirla, los interesados deben someterse a rigurosos chequeos médicos para evitar complicaciones cardíacas.
Inés especifica que la pastilla que ella ofrece a ¢2.000 es sildenafil de 100 miligramos, que en las farmacias solo se vende bajo receta médica, a precios que oscilan entre los ¢4.000 y los ¢11.000, también según el laboratorio.
En otras palabras, con lo que en una farmacia local se compra una pastilla, en La Merced se pueden comprar dos. Y si se compara con lo que cuesta ese medicamento en otra farmacia, pero de la casa farmacéutica Pfizer, la persona podría comprar cinco pastillas y aun así le sobraría dinero.
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‘Solo me fijo en la fecha del vencimiento’
Pero si existe una red de vendedores de medicamentos ilegales es porque existen también compradores cautivos. Un enfermero, al que llamaremos Julián, tiene tres años de comprar medicinas en La Merced.
A Julián, de 54 años, le diagnosticaron cáncer de piel hace ocho años y una gran parte de las medicinas que necesita las compra en ese parque capitalino. “Solo me fijo en la fecha del vencimiento”, explica.
“Yo consigo muchos medicamentos en el parque La Merced. Son más baratos y ahora usted para comprar un antibiótico en una farmacia tiene que llevar receta, ya no se lo venden como antes. Yo ahí consigo tramadol, consigo antibióticos y hasta crema de rosas”, detalla el enfermero.
Julián comenzó a ser cliente frecuente en La Merced cuando la CCSS le disminuyó las medicinas para el cáncer de piel contra el que batallaba desde hacía varios años.
“Por ejemplo, me daban seis frascos de tramal para el dolor, ahora me lo bajaron a tres frascos. Eso es para el dolor y para las neuropatías periféricas que tengo en las piernas, como efectos secundarios de las radiaciones y nitrógeno que me pusieron en el pie”, añade.
Aunque aclara que en La Merced no es a cualquiera que le venden medicamentos más especializados. “Un día de estos llegó una amiga mía buscando unos medicamentos y me llamó, pero no consiguió a nadie porque estaba la Policía”, narra.
Un equipo de La Nación lo pudo comprobar. Los vendedores tardan en entrar en confianza para ofrecer las medicinas. También confiesan que las traen de Nicaragua y que no venden medicamentos de la CCSS.
Sin embargo, Julián, asegura que él ha comprado en La Merced la crema de rosas que entrega esa entidad a sus asegurados. A este equipo periodístico le ofrecieron ese medicamento a ¢1.000 el tubo.
La Nación solicitó información al Ministerio de Salud sobre cuáles son los protocolos que implementa combatir la venta ilegal de medicamentos en el país. Sin embargo, al cierre de esta nota no se había recibido respuestas a las consultas enviadas por correo electrónico.
Tampoco hubo respuesta de la CCSS cuando se le consultó por la venta de la crema de rosas en el parque.
Lo que sí ha hecho Salud reiteradamente es advertir a los ciudadanos de los riesgos de consumir medicamentos provenientes de fuentes no autorizadas. Así lo hizo el 22 de agosto, cuando emitió una alerta sanitaria por el robo de un camión con medicamentos.
Según sus señalamientos, no se posible garantizar las condiciones en que esos productos son manipulados y almacenados, por lo que pueden representar un riesgo para la salud pública.
La Ley General de Salud prohíbe la importación, elaboración, comercio, distribución o suministro, manipulación, uso, consumo y tenencia para comerciar, de medicamentos deteriorados, adulterados o falsificados, advirtió el Ministerio de Salud.
Desde Nicaragua
En la vecina Nicaragua, el Ejército incautó medicamentos de uso hospitalario a dos ciudadanos de ese país que pretendían sacarlo para trasladarlo como contrabando a Costa Rica, según una nota de prensa del 25 de agosto anterior.
Las autoridades de esa nación no especificaron qué tipos de medicamentos eran. En el pasado se han decomisado antibióticos, analgésicos y medicinas para el insomnio.
José Ángel, un nicaragüense de 24 años, quien huyó de su país en el 2018, después de participar en las protestas contra Daniel Ortega. Él compra alprazolam en La Merced, se trata de una medicina que se usa para los trastornos de ansiedad y pánico.
“Yo la uso por temporadas, cuando llevo muchos días sin poder dormir bien, la compro y ya puedo descansar”, dice escuetamente.
El joven detalla que padece de estrés postraumático, que ningún médico le ha recetado el medicamento, pero que un amigo se lo recomendó cuando le contó que no podía dormir.
Cada pastilla la compra a ¢1.000. “Aunque la necesitara a diario no podría pagarla”, añade. “Solo me la tomo cuando ya me siento supercansado”.
