Limón.- El portero del Limón FC, Erick Ariel Samudio Cortés, es uno de los hijos del terremoto del 22 de abril de 1991.
Su madre, Esperanza Cortés Espinoza, lo trajo al mundo escasamente una hora después del sismo de 7,6 grados que golpeó el país aquel lunes, al filo de las cuatro de la tarde.
En medio del desorden reinante, Cortés tuvo que dar a luz debajo de un árbol de mango, sobre una colchoneta, en las afueras del Hospital Tony Facio.
Debido a que el edificio quedó seriamente dañado, ella, como los otros pacientes, debió evacuar el inmueble ante el temor de que les cayera encima.
Cortés cree que Erick pudo ser el primero de los 11 nacimientos que tiene inscritos el Registro Civil en las 24 horas posteriores al terremoto.
“En medio del caos que se vivía esa tarde en el hospital, todo el mundo tenía que ver con mi labor de parto porque mi chiquito no quería salir. A veces subía, a ratos bajaba. El terremoto lo había asustado y no quería salir”, recordó, con una sonrisa, el miércoles pasado, al volver, por primera vez en 25 años, al lugar donde dio a luz a su primer hijo.
Los dolores. A doña Esperanza los dolores de parto la despertaron la madrugada de aquel domingo 21, en su casa, en el cuadrante de Finca Celia, una plantación bananera cercana al poblado de Sixaola.
“Ese día lo pasé muy mal. Además del dolor, tenía un poco de hemorragia. Al acostarme esa noche, recé por que amaneciera rápido para poder ir a la clínica a que me examinaran. Llegué como a las 8 a. m. y lo que me dijeron fue que tenía cuatro centímetros de dilatación. Entonces, me remitieron de emergencia al Tony Facio”, rememoró la mujer, madre además de Javier y de Heriberto, de 23 y 18 años, respectivamente.
Al centro médico llegó cerca del mediodía; la dejaron sola en una camilla. No hubo almuerzo, ni una bebida, aunque se moría de sed y de dolor.
Al final de la tarde sintió ganas de ir al baño; pidió permiso a una enfermera y, cuando se disponía a bajarse de la camilla, fue cuando comenzó a temblar.
“Al no parar eso, sino que más bien parecía aumentar de intensidad, agarré mi bolsito y salí corriendo a buscar la salida a la calle. Yo solita empecé a bajar escaleras hasta que llegué al primer piso, donde un hombre me señaló el camino a seguir”, contó.
Agotada por los dolores, buscó descanso en un pequeño muro. Una señora se le acercó, le preguntó qué le pasaba y como la vio tan mal, fue a buscar a un doctor.
Según dice, no solo estaba aterrorizada por el fuerte sismo y, todo el caos que la rodeaba, sino que en completo pánico por la suerte que podía correr su hijo.
“El médico llegó rápido y después de verme, me dijo que mi bebé se estaba ahogando y, que no podían hacerme una cesárea porque se había ido la electricidad. Él y otro médico me estriparon el estómago y fue así como llegó mi chiquito. Y ahí mismo me lo dieron, todo sucito”, revivió.
Al día siguiente, al mediodía, la trasladaron en una avioneta hacia San José y la internaron en el Hospital San Vicente de Paúl, en Heredia.
Hasta esa tarde pudo bañarse, asear al bebé y comer, por primera vez en 24 horas.
Para aquel momento, su familia no sabía nada de ella.
Su esposo, Heriberto Samudio, cogió una bicicleta y recorrió los 100 kilómetros que separan Sixaola de Limón para llegar hasta el Tony Facio.
La ciudad de Limón permanecía aislada por la caída de varios puentes y porque muchas calles estaban partidas por enormes grietas. Los carros no tenían por dónde transitar.
Samudio no encontró a Cortés y nadie le dio información de su paradero. Solo le explicaron que probablemente era una de las pacientes que habían trasladado de emergencia a algún hospital del Valle Central.
Samudio regresó por donde vino, se internó en suelo panameño y llegó, a través de Paso Canoas, hasta San José, donde tampoco pudo encontrarla. No aparecía en ningún hospital porque, para entonces, le habían hallado albergue en una casa herediana, donde se reponía del parto.
El regreso. “El 1.° de mayo, cuando la comunicación por carretera volvió a restablecerse, yo solita agarré un autobús en San José y me vine para mi casa, donde aún nadie sabía nada de mí”, recordó la mujer.
Unas semanas más tarde, le llegó una invitación para tomar parte en una actividad en San José destinada a recoger fondos para las víctimas del terremoto.
Ella llegó con el pequeño Erick y un nuevo susto la sobrecogió, porque personas se le acercaron y le insinuaron que diera al menor en adopción.
“Yo me aferré a mi bebé; no solo era mi primer hijo, sino que realmente era increíble por todo lo que había pasado para tenerlo”, expresó con una sonrisa, mientras volcaba su mirada hacia el muchacho, cuyo equipo se enfrentaría esa noche al Deportivo Saprissa.