Nueva Jersey, EE. UU.- La sarchiseña Kattia Acuña no había cumplido la mayoría de edad cuando partió hacia Estados Unidos en busca de oportunidades. Ha pasado mucho tiempo desde aquel lejano 1993, pero esta mujer todavía mantiene un fuerte arraigo con Costa Rica que ha logrado inculcar a su familia.
“Nosotros los ticos, que nos sentimos orgullosos de ser de allá, dejamos el país, pero el país nunca salió de nosotros”, asegura esta mujer, de 47 años, quien llegó a territorio norteamericano embarazada de su primera hija y sin saber hablar inglés. Un diccionario y mucha perseverancia fueron sus armas para salir adelante.
Su esfuerzo le ha permitido forjarse una buena vida a 6.000 kilómetros de su ciudad natal. Desde su llegada, el estado de Nueva Jersey ha sido su hogar y el lugar donde nacieron sus tres hijas y su nieta. Y aunque ya cuenta con la nacionalidad estadounidense, mantiene un marcado apego con sus tradiciones de cuna.
Kattia Acuña, quien se dedica a brindar servicios domésticos, es parte de los 186.000 residentes de origen costarricense que, según el Censo de Estados Unidos del 2022, luchan por abrirse camino en ese país. Esta cifra significa un aumento del 20,7% (32.000 personas más) respecto al sondeo del 2018, cuando se registraron 154.000 ticos. En el 2020 había 160.000 individuos.
De acuerdo con los últimos datos del Censo, el estado donde residen más personas nacidas en Costa Rica es Florida, con 32.000. Luego, le siguen California, con 31.000; Nueva Jersey, con 28.000; Texas, con 12.900; y Nueva York, con 11.600. Estos cinco estados concentran al 56% de los habitantes con raíces ticas.
Por otro lado, hay 22 estados donde la población costarricense no llega a los 1.000 habitantes, como Oklahoma, Kansas, Hawái, Wisconsin, Nuevo México y Alaska. En tanto, Nebraska es el que menos ticos reporta (solo 39), mientras que en Montana, Dakota del Sur, Wyoming y Dakota del Norte no hay ningún registro.
La colonia más grande de ticos en el exterior se encuentra en Estados Unidos. Para atender a esta población, la Cancillería tiene consulados en Atlanta, Houston, Los Ángeles, Miami y Nueva York, aparte de una embajada en Washington D. C.
Por otra parte, 40.000 costarricenses que viven en esa nación están inscritos ante el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) para participar en los comicios de nuestro país.
‘La mitad de Costa Rica’
En Nueva Jersey, especialmente en el condado de Somerset, hay una gran presencia de costarricenses. Kattia Acuña cuenta que cuando ella llegó a ese lugar no había tantos paisanos, pero que poco a poco fueron apareciendo más. De hecho, afirma que en su vecindario, llamado Somerville, habitan varios.
“Aquí (Nueva Jersey) hay demasiados ticos: yo pienso que está como la mitad de Costa Rica. Mi vecina es mexicana pero está casada con un tico; el de lado abajo es tico y la muchacha es tica”, explica Acuña.
Para ella, uno de los factores que le ha permitido mantenerse cerca de su terruño es que en la comunidad donde vive se practican muchas tradiciones costarricenses.
Así, por ejemplo, cada 2 de agosto, la iglesia de la Inmaculada Concepción, ubicada en Somerville, suele celebrar una misa especial en conmemoración de la Virgen de los Ángeles. Ese día, se solicita a grandes y chicos acudir vestidos con trajes folclóricos para celebrar también la cultura del país.
“Para ese día se forma un grupo de gente voluntaria. Se organizan música y comidas, todo costarricense. La gente va vestida a la usanza típica. Otros se visten de abanderados y llevan a la Virgen; hacemos una pequeña procesión, comienza en el parqueo y luego pasa al templo. Traen música, todo es como estar en Cartago”, relata.
Kattia suele asistir a ese templo los domingos, pues el sermón se realiza en español para la comunidad latina. En ese lugar se casó con otro tico y también bautizó a sus hijas.
En 2022, en el condado de Readington, en Nueva Jersey, se realizó una romería en el centro ecuestre La Finca NJ. El lugar es propiedad de un costarricense que organizó la actividad y colocó banderas nacionales a lo largo del trayecto. Ese día. incluso hubo un turno con ventas de comidas típicas.
Por otra parte, la colonia de Nueva Jersey suele organizarse para replicar actividades que solían realizar en Costa Rica. De hecho, en agosto del 2022 realizaron una corrida de toros a la usanza de las que se realizan a final de año en Zapote.
En esa ocasión, el comentarista taurino Jorge Arturo González, conocido como El Cañero, fue invitado a oficiar como conductor de una corrida realizada en el centro ecuestre La Finca, donde alrededor de 3.000 costarricenses abarrotaron el redondel. Entre los presentes estaban Kattia Acuña y su familia.
“Cuando vino Cañero, lo anunciaron por Facebook; entonces uno dice: ‘vamos a los toros’. Eso fue un domingo entero, llegamos desde la mañana hasta las 7 p. m., todo el día de corridas, eventos, música. Había comidas, vigorones, cerveza, no de la nacional, pero había. La gente siempre va”, relata Acuña.
Los partidos de la Selección Nacional de fútbol son ocasiones que también convocan a los costarricenses, quienes suelen reunirse en casas para observar los partidos mientras disfrutan platillos tradicionales como gallos de carne, frijoles molidos, atún con mayonesa y granizados con leche Pinito.
De hecho, en la casa de Kattia Acuña la cocina tica tiene una fuerte presencia. Las tortillas, la natilla y la salsa Lizano no pueden faltar. El arroz con pollo es una de sus comidas favoritas y, cuando hay algún cumpleaños, se convierte en el platillo principal, que acostumbra servir con ensalada fría de caracolitos o ensalada rusa.
“Siento que nunca perdí las raíces, yo siempre he cocinado como allá. Arroz y frijoles nunca han faltado, hago picadillos de chayote o de carne, olla de carne, ¡Todo! Mis hijas siempre comieron de todo eso, se criaron comiendo caldo de frijol con huevo, a veces nos traían guineos de Costa Rica y yo les daba a ellas”, recuerda.
Luego de tres décadas de ausencia, Kattia pudo visitar Sarchí en el 2023. Relata que, al regresar a Costa Rica, encontró un país diferente al que recordaba, pero asegura que la experiencia que vivió durante esas dos semanas fue “lo máximo”, pues incluso conoció a dos hermanas menores que no habían nacido cuando ella migró.