Es un hombre siempre sonriente, alegre, lleno de vitalidad y amante de las cámaras, a las cuales sonríe espontáneamente cada vez que las tiene cerca.
Es el empresario Matteo Quintavalle, quien de la noche a la mañana ganó celebridad tras anunciar su interés por comprar un equipo de futbol de la Primera División. Ofreció hasta $3 millones por la Liga Deportiva Alajuelense, luego por el Carmelita y finalmente por Uruguay de Coronado, pero nadie le hizo caso.
Después, propuso contratos millonarios a 13 conocidos jugadores de la Primera División, entre ellos Allan Alemán y Wilmer López.
Eso le permitió ocupar nuevamente importantes espacios en la televisión, radio y prensa escrita.
Quintavalle decía que se trataba de publicidad gratuita y atendía a cualquier periodista que lo llamara, mostrándose siempre amable, feliz y sonriente.
Cuando algunos reporteros le preguntaron acerca del origen de su fortuna, respondió que “de inversionistas en los Estados Unidos” quienes confiaron en él para obtener buenos dividendos.
Incluso aseguró en algún momento: “Yo no voy al bote (prisión), soy demasiado millonario para ir al bote”, y repitió que todas sus operaciones estaban en regla. Sin embargo, ayer, a las 3:30 p. m., quedó a la orden del Juzgado Penal de Hacienda.