¿Sabía usted de la queja de los estudiantes?
Ellos nunca se habían quejado hasta que llegó la carta de los padres. Yo los mandé a citar (a los padres) dos veces, a través de los cuadernos de comunicación, para ver sus inquietudes y aclararlo. Solo cuatro llegaron de los 14 que se quejaron. Los que llegaron a aclarar las dudas, salieron muy satisfechos.
Ellos dicen que estaban preocupados por el cobro del dinero a los estudiantes.
Disculpe, pero yo no es que cobre. A nadie obligo ni nada. La institución no nos brinda ni tinta ni papel para estar imprimiendo trabajos de los muchachos. Ellos pueden utilizarlo. Yo compro tinta y papel para que ellos puedan imprimir. Yo les digo que si quieren dan una contribución para recargar cartuchos y resmas de papel, para seguir imprimiendo. Si hay estudiantes que no tienen recursos, de ese fondo se les da para almorzar en el comedor. Es una cuestión comunitaria, que se ha hecho por más de seis años. Yo no me hago ni millonario ni me estoy comprando un BMW con eso.
La carta indica que si llegaban tarde, andaban las faldas por fuera, o usaban vocabulario soez, debían depositar dinero en una alcancía.
Si ellos quieren lo depositan y si no quieren no lo depositan. No hay ninguna repercusión. Se hace para insumos para ellos mismos. Yo soy el que pongo la plata, y si pierdo, no importa. A ellos no se les obliga a nada y si quieren darlo o no darlo es una contribución de ellos mismos. Así como alguien puede dar ¢5, otros pueden dar ¢15.