Kabul, Afganistán
En Kabul, los jóvenes afganos disfrutan aires de libertad a través del parkour, un deporte que consiste en desplazarse mediante saltos y acrobacias por el medio urbano y alrededor de diversos obstáculos.
De Gaza a París, pasando por Irak, México o Argentina, el parkour cuenta con miles de aficionados alrededor del mundo, que lo consideran una filosofía de vida.
Y, para practicarla en Kabul, el terraplén que desciende desde las escaleras del palacio de Darul Aman se presta particularmente bien. El césped está sembrado de viejos edificios de ladrillo con las paredes derruidas donde es fácil observar a los ágiles cuerpos saltando por los bordes de los muros, realizando acrobacias dignas de las mejores escenas de riesgo en las películas de acción.
Con un grandioso decorado, los jóvenes tienen un terreno de ensueño para jugar en este palacio real destruido durante la guerra civil de los años 90, con los contrafuertes del macizo del Hindu Kush como escenario de fondo.
Pero para Ali Amiri y la veintena de aficionados al parkour, este deporte es ante todo un medio para evadirse, para olvidar los horrores del conflicto que enfrenta a las fuerzas de seguridad afganas con los rebeldes islamistas, cuyas primeras víctimas son los civiles.
"Cuando practicamos este deporte, intentamos hacer avanzar nuestro país. Fomentamos el parkour aquí, y así, es también nuestro país el que se desarrolla", explicó el joven de 19 años. "Con el parkour olvidamos todo, olvidamos la guerra y los problemas", expresó en medio de un suspiro.
Kahir Mohammed Zahidi, de 21 años, considera que la práctica de este deporte permite aumentar la confianza en sí mismo. "Es genial, nos encanta. Con cada entrenamiento, intentamos realizar piruetas más complejas", declaró.
Desde el final del régimen talibán (1996-2001) –que prohibía toda actividad física aparte del futbol– y la invasión por parte de Estados Unidos en 2001, la exposición a la cultura occidental aumentó en Afganistán.
Sin embargo, los kabulíes son aún muy prudentes cuando ven a Kahir y sus amigos lanzarse sobre las ruinas y el mobiliario urbano para efectuar sus saltos.
"Este deporte es nuevo en Afganistán. Cuando practicamos el parkour, muchos espectadores se congregan alrededor de nosotros", explicó Kahir. "Lo encuentran curioso, ¡piensan que nos servimos de resortes!", contó entre risas.
El parkour, nacido en las periferias francesas en los años 1990, aún se realiza un poco en secreto en Afganistán.
Kahir y sus amigos lo descubrieron en Internet y aprendieron ellos solos a imitar las acrobacias viendo videos. Gracias a las redes sociales, el grupo empezó a darse a conocer en Kabul y otros jóvenes quisieron unirse. A veces incluso algunas chicas, un desafío en un país donde las mujeres no son, en general, muy libres para desplazarse y moverse.
Para ayudar a las nuevas reclutas femeninas a entrenarse, Habib Afzali, un estudiante en ciencias del medioambiente apasionado del parkour, considera que más vale retirarse "al interior", lejos de las miradas inquisidoras.
"Nuestra sociedad es conservadora. Si las chicas se entrenan en el exterior, la gente pensará que son de costumbres ligeras o que no son chicas de bien", explicó Habib.
Gulbahar Ghulami, de 18 años, es una de estas adeptas. Cambió su traje de gimnasta del equipo nacional afgano por el de aficionada del parkour, atraída por las peligrosas acrobacias del pequeño grupo.
"Las chicas no tienen oportunidades de practicar el parkour en Afganistán. Por eso quise unirme a este grupo", explicó Gulbahar, vestida con un fular negro que envuelve su cabeza. "Quiero ser la primera mujer en hacerlo aquí", dijo con orgullo.