La depression es una de las enfermedades mentales más comunes en el mundo, y todavía hoy su incidencia sigue siendo subestimada, a pesar de que, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada seis personas en los países más ricos sufre un algún momento de vida un episodio de depresión severa.
La OMS calcula que actualmente hay más de 350 millones de personas en el mundo que sufren una depresión clínica que requiere de tratamiento.
Esta cantidad puede ser más alta en realidad, ya que muchas veces la enfermedad no es diagnosticada correctamente en personas de mayor edad que viven retiradas y cuyo descenso del rendimiento en el trabajo, por ejemplo, no llama la atención.
En la mayoría de los casos, las personas que reciben tratamiento por una depresión son más jóvenes y hay dos veces más mujeres que hombres afectados por la enfermedad.
Diagnóstico. La depresión es mucho más que tristeza. Es la sensación de una falta total de sentido y la convicción de que este estado no cambiará nunca.
Los sentimientos, que hacen que la vida valga la pena de vivir, están anestesiados, por decirlo así. Por esto, las personas deprimidas ya no se interesan prácticamente por nada.
Los hobbies, el trabajo y muchas veces incluso la familia y los amigos parecen haber perdido toda importancia.
Además, muchos de los afectados se sienten nerviosos, temerosos y tensos. Adicionalmente, pueden sufrir dolores físicos sin que el médico haya podido encontrar una causa física.
El profesor Ulrich Hegerl, de la Universidad de Leipzig, estima que hasta el 75% de los pacientes con depresión sólo acuden al médico por síntomas físicos.
Y es que es fácil no reconocer esta enfermedad en su fase inicial.
Los afectados que se esfuercen mucho todavía pueden funcionar correctamente; y las depresiones más ligeras se pueden tratar muy bien con psicoterapia y medicinas.
Sin embargo, las personas que padecen una depresión severa en algún momento dejan de cuidarse y ya no quieren comer ni beber.
Cuando la depresión ha llegado a ser tan grave y aparecen pensamientos suicidas, el paciente sólo puede recibir un tratamiento adecuado en el hospital.
Medicina. Una terapia conductual o una psicoterapia interpersonal combinada con medicinas ha probado su eficacia en la práctica.
Con los medicamentos se pueden tratar los aspectos físicos de la depresión: actuán sobre los neurotransmisores en el cerebro, que son responsables, además de factores externos, de las depresiones.
Los antidepresivos no causan dependencia, subraya el profesor Hegerl.
La terapia sirve para tratar los aspectos psicosociales de la enfermedad: ayuda a resolver conflictos, a mejorar la comunicación con otras personas y a controlar el estrés.
El paciente aprende a manejar la depresión, a reconocer el inicio de nuevos amagos de depresión y a contrarrestarlos aceduadamente.
Si el paciente no afronta un peligro agudo, el tratamiento ambulatorio puede ser una opción.
"Sabemos por experiencia que les hace bien a las personas con depresión mantener en lo posible su sistema de vida con trabajo, relaciones y hobbies", dice el psicoterapeuta Nico Niedermeier.
Para los pacientes también existen grupos de autoayuda, por supuesto. A mucha gente le da miedo el estigma de una enfermedad mental.
Por eso, es aún más importante entrar en contacto con personas que conozcan y entiendan el problema. Además, el intercambio con otras personas afectadas puede ayudar a quitarles el miedo de hablar con familiares, amigos o con el jefe y señalar soluciones.
Más allá del paciente. Mientras que las personas afectadas sufren y buscan ayuda, la familia y los amigos también sufren.
Muchas veces, los familiares no saben cómo tratar al enfermo, porque no entienden lo que es una depresión.
Por esta razón, Niedermeier recomienda a todos los familiares de pacientes con depresión que ellos también busquen ayuda.
En Internet o en grupos de autoayuda los familiares pueden intercambiar experiencias y desahogarse para aliviar su propio sufrimiento y sensación de impotencia.