Cuando el Hospital Nacional de Geriatría abrió sus puertas en 1976, la esperanza de vida al nacer era de 69,7 años (67,47 años para los hombres y 72,05 para las mujeres).
Entonces, las enfermedades cardiovasculares ya eran la principal causa de muerte (dudoso honor que han mantenido desde 1970 hasta la fecha) y el cáncer ya ostentaba el segundo lugar, pero también se veían muchas muertes por infecciones respiratorias, gripes o diarreas.
Hoy, cuando la esperanza de vida del tico al nacer en términos generales, es diez años más (79,4), la institución se enfrenta a grandes desafíos, sobre todo, si se toma en cuenta que la cantidad de adultos mayores en el país va en aumento.
Además, se debe considerar que si una persona llega a cumplir 60 años, su esperanza de vida sube a los 83 y, si alcanza los 83, bien puede apagar las 87 velas.
En Costa Rica, país con menos de cinco millones de habitantes, hay actualmente 1.000 personas que superan los cien años. España, por su parte, tiene 14.500 centenarios, con una población de 50 millones.
“Tenemos dos grupos de pacientes, los que están entre 60 y 80 años, que son en su mayoría muy funcionales y con mucha independencia. El otro grupo, constituido por quienes superan los 80 años, suelen estar más enfermos, débiles, con discapacidades y son más dependientes”, aseveró Fernando Morales, director de este centro médico.
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Sumado a esto, la infraestructura del Hospital Nacional de Geriatría ya tocó techo.
Sus 140 camas apenas dan abasto para cubrir a una población nacional de más de 300.000 personas, hay falta de equipo, y las instalaciones, aunque se han acondicionado, todavía no son totalmente apropiadas.
“Hace cinco años, colmamos la capacidad de un edificio que no fue creado para adultos mayores (al principio, era un lugar donde se atendía a quienes sufrían tuberculosis)”, aseveró Morales.
Cambio de enfoque. La complejidad de las enfermedades que se atienden actualmente en el Hospital Nacional Geriátrico también ha aumentado en estas cuatro décadas, como consecuencia del envejecimiento demográfico.
Ahora, males como hipertensión, diabetes, cáncer, problemas cardiovasculares y depresión, son el pan de cada día en este centro médico.
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También es común ver más pacientes con varias de estas mismas enfermedades a la vez, o combinadas con otras patologías como demencia, sobrepeso y obesidad, que en otras épocas casi no se observaban.
“Atendemos a personas con enfermedades muy crónicas, con varios padecimientos al mismo tiempo, gente con altos niveles de dependencia. Muchos factores son genéticos, pero muchos otros responden a malos hábitos de salud”, aseveró Morales.
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En los últimos años, para enfrentar esta realidad, el Hospital de Geriatría optó por crear la Escuela de Oro. Es un programa en el que, cada mes, se educa a los pacientes y a sus cuidadores sobre la toma correcta de los medicamentos y cómo mejorar y mantener la salud; se les brindan consejos para evitar caídas, mejorar las relaciones familiares y combatir la depresión, entre otros temas.
Aun así, Morales insiste en que el hospital se quedó corto para responder adecuadamente a toda esta problemática. Según él, es urgente aumentar la oferta de servicios destinados a los adultos mayores y hacer todo lo posible para que estos reciban atención cada vez más cerca de sus casas, no solo en este centro médico.
La historia
El hospital de los adultos mayores Cuando se construyó, en 1958, no se tenía en mente que el centro médico contiguo al Ministerio de Salud y al Hospital San Juan de Dios fuera para atender a la población adulta mayor.
Era el Hospital Nacional de la Tuberculosis, que se instauró en San José luego de que se buscara un lugar más céntrico para los enfermos del Sanatorio Durán, en Tierra Blanca de Cartago. Su nombre, Raúl Blanco Cervantes, hace referencia a uno de los principales médicos costarricenses en la lucha contra la tuberculosis.
Sus instalaciones, abiertas y con grandes entradas de luz y aire eran pensadas en la población con esta enfermedad.
En 1976, este edificio pasa a albergar el Hospital Nacional de Geriatría, y, aunque se han hecho adaptaciones para la población adulta mayor y se construyó una torre nueva, su diseño no es completamente amigable con la infraestrucura necesaria para la población envejeciente.