Sus primeros años de vida los pasaron abriendo trillos en las montañas, siguiendo el rastro de dantas (Tapirus bairdii) y otras especies silvestres para darles muerte. Esta práctica era tan común que desde niños aprendieron a disparar e incluso a dar órdenes a los perros entrenados para que fueran detrás de su presa.
No lo hacían por deporte ni para el comercio.
“La caza era por subsistencia y (la carne de danta) era muy bien aprovechada, compartida por vecinos. No se desperdiciaba nada; una parte se cocinaba y la otra se ponía a ahumar para que durara más, ya que no había refrigeración", contó Carlos Alberto Solano Serrano de 65 años, quien se crió en La Trinidad de Dota.
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Familiares de Eladio Salazar posan con las armas que usaban durante las cacerías: Reproducción fotográfica de Eladio Salazar (Alonso Tenorio)
Actualmente, la especie está catalogada en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Pero el bosque no solo les daba alimento, también les suministraba un ingreso económico a partir de la tala para obtener madera y carbón.
Con tan solo 14 años, Martín Eladio Salazar Segura ya contaba con su propia yunta de bueyes, con la que trasladaba la madera para ayudar a su familia, afincada en la comunidad de Siberia, en el distrito Páramo de Pérez Zeledón.
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Jesús Salazar Ilama, papá de Eladio Salazar, posa con sus perros de caza y respectiva arma. Reproducción fotográfica de Eladio Salazar (Alonso Tenorio)
Pero en la actualidad, la historia de estos dos hombres es muy diferente a la de sus orígenes; atrás quedaron la cacería y la tala de bosques, hoy sus esfuerzos se enfocan en la conservación y educación ambiental.
Para el biólogo y experto en conservación, Esteban Brenes estos testimonios, son una muestra de cómo el ser humano puede cambiar sus comportamientos hacia prácticas más responsables con el medio ambiente.
“El impacto que don Eladio y don Carlos pueden tener en otras personas es demostrar que comportamientos tan arraigados, pasados de padre a hijo, se consiguen cambiar por decisión personal (...) yo creo que es mucho mejor que personas como ellos cuenten su historia y ellos sean los que lideren procesos con otros cazadores (...)”, expresó.
De la caza a la protección
Eladio Salazar dedica su tiempo a ser guía de aves en las cercanías del Cerro de la Muerte y colabora con proyectos de conservación. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
Todos los días don Eladio de 56 años sale de su casa armado de un telescopio y binoculares para observar aves, sobre las cuales tiene un gran conocimiento. El hombre hoy difiere completamente de quien fue en juventud, cuando sus herramientas eran una carabina calibre 22 y unos perros entrenados para cacería, que su padre le obsequió para sus 14 años.
En aquella época, la ilusión del joven era ver a los canes correr y ladrar detrás de su presa. Eso sí, reconoce que le daba mucha lástima cuando disparaban contra una danta.
Don Eladio confiesa que es un amante de los animales. Cuenta con un gran conocimiento sobre especies de flora y fauna, que ha ido adquiriendo a partir de capacitaciones y porque es autodidacta. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
“(La persona) tenía que saber pegarla bien para matarla (a la danta) y si le disparaba pero no le pegaba bien sufría mucho”, recordó.
Ahora, busca hacer reparaciones. “Por eso quiero por lo menos amortiguar (el daño a las dantas) un poco, pidiéndoles perdón por lo que les hice”, dijo.
El cambio inició a los 18 años cuando tomó la decisión, se armó de valor y le comunicó a su padre: “no me gusta cazar”.
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Imagen de la primera vez que Eladio (der.) sirvió de guía en el bosque. Recuerda que tuvo que llevar a un funcionario del INS a un barranco, adonde habían tirado un carro. Reproducción fotográfica de Eladio Salazar (Alonso Tenorio)
Por medio de capacitaciones y su capacidad de autodidacta, el excazador aprendió sobre distintas especies de flora y fauna, para convertirse en la actualidad en un guía turístico a tiempo completo y colaborador en proyectos de conservación.
También decidió proteger la propiedad de 41 hectáreas que su padre le heredó, por medio del programa de Pago de Servicios Ambientales (PSA) del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (Fonafifo).
Liderando el cambio
Don Carlos Solano posa frente a su casa, ubicada en medio de la Estación Biológica Cuerici. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
A don Carlos le tomó más tiempo dejar de cazar. La decisión llegó hace 30 años a raíz de la amistad que comenzó a tener con personas interesadas en la conservación, quienes finalmente se convirtieron en socios de un ambicioso proyecto: el establecimiento de la Estación Biológica Cuerici, ubicada en la comunidad de Alto Jaular, en Rivas de Pérez Zeledón.
Para construir el centro de estudio, Solano inicialmente compró, junto con sus colaboradores, 150 hectáreas que pertenecían a sus abuelos, principalmente de bosque, pero la propiedad ya va por las 200 hectáreas.
Estudiantes de biología de todo el mundo llegan a este sitio a realizar sus investigaciones. También es común que don Carlos lleve al lugar a escolares y colegiales de la zona, y si no van a la Estación él los visita.
Don Eladio está acostumbrado a convivir con estudiantes de todo el mundo quienes visitan la estación para realizar investigaciones. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
Según cuenta, su filosofía a veces ha chocado con lo que él denomina la “conservación fanática”.
“Nos critican porque tenemos vacas, truchas o porque hay potrero, (dicen que) no hay que tocar nada. Para mí eso no es posible, para el que vive en el campo no es posible”, expresó.
Don Carlos considera que la educación debe enfocarse en qué árboles cortar, cómo reforestar, identificar aquellas especies en peligro de extinción y a no usar árboles del bosque primario.
“He aprendido a vivir de una forma sostenible y hacer el menor impacto posible en el medio ambiente, que eso es lo que debemos aprender. Cazar fue una experiencia que me ha servido para hablar con muchas personas y enseñarles a amar el bosque”, indicó.
Críticas y amenazas
Un ejemplar de danta que falleció tras ser atropellada, se encuentra a la entrada del Parque Nacional Los Quetzales, recordando la importancia de estos mamíferos y la vulnerabilidad en la que se encuentran. Foto Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
El cambio para los hombres no ha sido fácil, les ha valido críticas, amenazas y enfrentamientos con amigos e incluso familiares. Hasta las redes sociales han venido a convertirse en un canal para cuestionar su labor conservacionista.
Así lo cuenta don Eladio, quien hace dos años recibió una serie de ataques por medio de Facebook, luego de un comentario sobre la protección del medio ambiente.
“Los otros comenzaban a decirle a uno: 'es que usted es un carebarro, por qué protegiendo usted si su papá ha sido un cazador’.
“Lo que he hecho es no hacer mucho comentario, tratar de hablar con los cazadores como para desincentivarlos, pero no entrar en conflicto, porque ya me di cuenta que hasta peligroso es, me amenazaron”, reconoció.
La situación también es tensa con algunos familiares que insisten en practicar la caza, pese a no ser una necesidad.
"En Siberia aún hay cazadores, primos y tíos, son de los majaderos que lo empiezan a joder a uno, que le dicen a uno cosas, como que por qué ese cambio.
Sin embargo, asegura que ha aprendido a sobrellevar este tipo de situaciones.
Por otro lado, la creación de la estación biológica implicó también el arribo de personas de otros países y culturas; así como señalamientos en contra de don Carlos.
“Las personas lo que hacen es criticarlo a uno, dicen que esas personas son las que lo están cambiando, son los culpables”, dijo.
También es severo al criticar las prácticas actuales de cacería, que en algunos casos simplemente se realiza por deporte o como simple demostración para vender a los perros entrenados.
Esto (lo que hacen los perros) ha hecho que en el bosque se encuentren los cuerpos inertes de varias dantas, lo que causa gran dolor en don Carlos.