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Desde que comenzó la producción del plástico en los años cincuenta, la organización ecologista internacional, Greenpeace, estima que se han fabricado cerca de 8,3 mil millones de toneladas de plástico.
A nivel nacional, según reportes de La Nación en el 2018, se desechaban 564 toneladas de plástico al día. De ese total, solo 14 toneladas se reciclan, lo sobrante termina enterrado en rellenos o acumulados en playas, ríos o demás naturaleza.
¿Qué pueden hacer los ticos para minimizar este problema? A continuación dos ejemplos de personas que se han apuntado al cambio.
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Una barca muy particular
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Gerónimo Ciuti, fundador de la organización Mareblu, una entidad que organiza limpiezas de playas y ríos, cumplió recientemente un sueño que comenzó en diciembre del 2018 cuando se propuso cruzar el golfo de Nicoya en un paddleboard, una embarcación construida a partir de desechos plásticos abandonados en las costas.
Aunque en su primer intento, las condiciones climáticas no le permitieron completar el recorrido, el pasado 22 de mayo logró remar los 19 kilómetros que separan Puntarenas de Paquera, imitando el trayecto que realiza el ferry y en su caso, tardó cerca de cinco horas. Su objetivo fue crear conciencia sobre el problema que implica el plástico de un solo uso y cómo los malos hábitos de consumo afectan los litorales.
“En tiempos donde todo es efímero, el plástico es para siempre y así se queda en nuestros mares afectando el ecosistema (...) Para nosotros es muy importante poder crear agentes de cambio por medio de la educación y la concientización. Es urgente que todos asumamos un consumo responsable para cuidar nuestro ambiente”, explicó Ciuti en un comunicado.
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La organización que él fundó, conformada por más de 100 voluntarios permanentes y con programas de voluntariado internacional y limpiezas corporativas semanales, ha retirado poco más de 2 toneladas en playas de todo el Pacífico central, enfocándose en las zonas rocosas y de difícil acceso.
La idea de Ciuti es continuar haciendo este tipo de actividades que promueva la conciencia medioambiental, inclusive tiene otro proyecto para inicios del próximo año, pero no quiso hacer adelantos. Mientras tanto, la tabla con la que navegó este año será exhibida en diversas competencias de paddleboard a realizarse en el país .
Bioplástico de camote
Otra costarricense que está preocupada por la contaminación del plástico es Gypsy Durán Araya, estudiante del Colegio Técnico Profesional (CTP) de Turrubares. Ella quiso ofrecer una solución y para eso puso a trabajar su ingenio y conocimientos aprendidos en el colegio.
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La joven, sacando provecho de la producción de camote anaranjado de su institución educativa y los altos niveles de almidón que posee este tubérculo, desarrolló un bioplástico a partir del mismo. Pero no solo eso, el material, al degradarse (en un aproximado de 11 meses), desprende semillas de plantas polinizadoras que luego germinarán.
Gypsy espera que con las semillas de estas plantas, que incluyen los dientes de león y una flor conocida como mariposas silvestres, la población de abejas y mariposas regrese a su comunidad.
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Para desarrollar este bioplástico, lo primero que hace la muchacha es extraer el almidón del camote. Esta fécula se mezcla con glicerina, ácido clorhídrico e hidróxido de potasio, para formar una sustancia gelatinosa a la que se le agregan las semillas.
Por último, la gelatina pasa por un proceso de secado para forma una lámina, que, con las herramientas adecuadas, toma la forma de una bolsa o de cualquier recipiente.
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A pesar de que este producto no se fabrica a grande escala, Gypsy contó que diversas compañías ya se han acercado para conocer el proceso de elaboración del bioplástico.
Inclusive, su invento la llevó a representar en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería ISEF 2019 en Phoenix, Arizona, en mayo pasado.