Hace 1.300 años no había cemento ni varillas de acero para construir edificios. Tampoco existían las universidades para formar arquitectos, ingenieros o diseñadores.
Sin embargo, ya para el año 700 d. C. los pobladores precolombinos que se instalaron en el Caribe de la actual Costa Rica contaban con el conocimiento tecnológico, las habilidades técnicas y la organización social suficiente como para levantar sus edificaciones en un terreno irregular y un clima agreste.
Un equipo de investigadores de la Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica (UCR) permaneció cinco semanas haciendo excavaciones en varios sectores de una finca privada de 180 hectáreas, ubicada en Guápiles de Pococí , Limón.
Bajo los pastizales que alimentan al ganado e interminables capas de tierra, el sitio arqueológico Nuevo Corinto conserva plazas para eventos públicos, montículos, escalinatas, caminos empedrados, tumbas, acueductos y otras estructuras que conformaban una aldea cacical.
Maestría. Durante su más reciente temporada de excavaciones, los arqueólogos se centraron en cinco estructuras entre montículos, una tumba, un posible depósito de materiales y hasta un aparente puesto de control.
El denominado “Montículo 1” resultó revelador para comprender las técnicas constructivas y los materiales que utilizaron estos arquitectos precolombinos.
Según informó la arqueóloga Ana Cristina Aguilar, el montículo mide 26 metros de diámetro y fue la base sobre la que se levantó una vivienda.
Los científicos localizaron el centro de ese montículo y, gracias a un preciso corte transversal en el terreno, pudieron identificar diversos eventos constructivos de esa estructura particular. Es como si llegáramos a una casa y pudiéramos ver la diferencia entre las paredes y los pisos originales y algunas remodelaciones o ampliaciones posteriores.
De acuerdo con Aguilar, los eventos más tempranos están en la base y los más tardíos, en la superficie. “Lo primero es un conjunto de piedras sobre las cuales levantaron la construcción. Hay un primer estrato que combina arena de río y ceniza. Luego viene otro estrato mucho más compacto que posiblemente es una mezcla para estabilizar. El siguiente es un relleno de tierra más oscura y al seguir hacia arriba nos topamos con otra compactación. Sobre ellas puede apreciarse una línea anaranjada que corresponde a un piso de arcilla cocida”, dijo.
La sucesión de estratos continúa en dirección ascendente y alterna capas compactas, rellenos, capas de ceniza y pisos de arcilla hasta llegar al nivel más reciente que se caracteriza por su dureza y solidez.
La arquitecta Kendra Gamboa destacó “la excelente preparación del material” y la “tecnología de punta” en estas construcciones precolombinas.
“No era simplemente traer tierra para rellenar. La tierra tiene el nivel de compactación perfecto para evitar la penetración del agua. El estrato que está en la base presenta un tratamiento especial de tierra con ceniza y arena de río para asegurarse de que el agua se escurra y no se acumule. Es como un desagüe interno. De este modo los espacios en donde habitaban permanecían secos”, detalló la arquitecta.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes fue una mancha oscura en cuyo borde se aprecian restos de carbón. Según los arqueólogos, es la huella de un poste central de las casas talamanqueñas o palenques que se caracterizan por su techo cónico.
“Para construir estas viviendas se colocaba una columna de madera en el centro que servía de soporte momentáneo para el resto de los postes. Después lo removían, lo cortaban en varias partes y uno de esos fragmentos quedaba enterrado. Luego le hacían un hueco alrededor y entonces el trozo se desprendía y se caía. Finalmente lo quemaban”, explicó Aguilar. Tanto la composición de la tierra donde está esa gran mancha como el delineado de ceniza, hace suponer a los expertos que ahí estuvo el poste.
Fotografías: Jorge Arce