Eliseo Quesada fue un gran periodista, un gran esposo y un gran padre. Pero Cheo fue mi jefe, mi maestro, mi amigo.
Eliseo Quesada se fue el domingo por la noche, después de poco más de cuatro meses de batallar valientemente contra el maldito cáncer. Sin embargo, Cheo estará siempre conmigo, después de muchos años de irradiar su forma tan particular y pragmática de ver la vida.
Eliseo Quesada, con base en sus consejos, me enseñó cómo hacer de mi carrera universitaria la herramienta con la que tengo 14 años de ganarme la vida. No obstante, Cheo, con base en su ejemplo, me enseñó el verdadero significado de la familia.

Para los que se preguntan, el protagonista de esta historia fue hasta hace unos días editor perenne de la sección de Deportes del diario La Nación. Esa por la que han pasado decenas de profesionales, todos a fin de cuentas marcados por el sello de un ser humano capaz de contagiar paz en los momentos más agobiantes, luz en los más confusos y seguridad en los de más incertidumbre.
Así lo reitero después de leer cientos de emotivos mensajes con los que todo el gremio, tanto periodistas como deportistas, lo homenajean en su perfil de Facebook.
La última vez que lo vi con vida fue el viernes. Los dos sabíamos que era la despedida. Ya él no podía moverse, tampoco podía hablar, por lo que solo me escuchó, como muchas veces hizo antes. Al final, aunque fuese sin palabras, sé que me envió su característico “tuanis Llopo” una última vez.
No sé quién leerá este texto y posiblemente muchos no sabrán de quién hablo y a otros no les interese.
Los primeros solo precisan saber que fue un hombre increíblemente enamorado de su esposa, henchido de orgullo por sus hijos y apasionado de su trabajo. No quedan muchos así.
Los segundos no necesitan conocer más detalles aparte de que esta es mi catarsis y que, en medio de tratar de escapar de la tristeza, es el único método que tengo para hacerle saber que aunque de su antiguo escritorio no cuelgue un lazo negro, sí hay muchos corazones hechos un nudo por su partida.
Eliseo Quesada, gracias por todo; Cheo, gracias por todo. Un abrazo grande adonde quiera que estés. Te voy a extrañar.