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Pero, caen

Un dictador más que huye, vale la pena recordarlo

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Las imágenes de los últimos momentos de los dictadores derrocados son diversas y variadas. Manuel Estrada Cabrera, convencido de que la providencia le había confiado para siempre el poder en Guatemala, escuchó perplejo los cañonazos que su propio ejército, al que creía fiel hasta la muerte, dirigía contra su residencia de La Palma, ya el pueblo insurreccionado en las calles, y para más perplejidad, supo de un decreto del Congreso Nacional, donde sólo había incondicionales suyos, que lo declaraba loco. Hecho prisionero, fue a dar al calabozo de una estación de policía.








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