Aquellos que hicieron estas películas dejaron atrás toda esperanza, porque llevan en su frente un nombre: misterio. Hollywood, la única tierra que tiene más estrellas que el cielo, es el taller del diablo.
Desde
Las películas de miedo siempre han cautivado al público porque despiertan sensaciones atávicas: sudor frío, pupilas dilatadas, angustia, frenesí cardíaco, agitación, espasmos y parálisis.
Si esta noche siente que levita, la cabeza le da vueltas, dice pestes y toca a su puerta un señor con un maletín negro, se trata de Pazuzu, un esbirro del demonio que solo le tiene miedo a
Esa es la película maldita por excelencia. Estrenada en 1973, tiene a su haber una extensa lista de muertes y sucesos inexplicables que generaron un estado de psicosis y pánico en el equipo de filmación. A la misma hora que comenzó el rodaje, murieron el abuelo de Linda Blair (la pequeña poseída Regan McNeil), el hermano de Max Von Sydow (el padre Merrin) y el hijo de un productor, con solo un día de nacido.
Al menos nueve personas relacionadas con
En 1975, la actriz Mary Ure interpretó a la poseída en el Teatro de la Comedia de Londres y murió tras la función.
La maldición siguió vigente. En el 2004 en la filmación de la secuela
Para peores ninguno de los actores originales volvió a conseguir empleo en películas de primer nivel; Linda Blair cayó en el mundo de las drogas e intentó suicidarse varias veces.
Cámaras fundidas, luces que explotaban, escenarios destruidos, metros de celuloide desaparecidos y actores consumidos por la droga parece ser el precio de revelar un mundo que quizá debió quedar oculto para siempre.
John Wayne, el vaquero más macho del cine, está vestido de mongol, con los ojos rasgados, bigotes largos, una coleta y una bata, simulando ser nada menos que Gengis Khan, el hombre que
La escena ocurrió en 1954, en Snow Canyon, desierto de Utah. Filmaba
Años después, la revista francesa
El primero en perecer fue Victor Young, compositor, quien falleció a los 56 años de un tumor cerebral. En 1963 le siguió el actor y director Dick Powell.
Les hizo compañía el mexicano Pedro Arméndariz, quien se pegó un tiro cuando supo que tenía el mismo mal. A la lista se agregó, en 1971, Thomas Gómez, y en 1974, Agnes Moorehead, la madre de la bruja Samantha en la teleserie
En 1979, la revista
Lo más irónico de todo fue que la película ganó un premio, pero no por buena: el pavo de oro al peor filme del año.
Parece que una presencia siniestra persigue al director Roman Polanski: desde su niñez en el gueto de Varsovia, oculto de los nazis que mataron a su madre en un campo de concentración, hasta la ejecución de su esposa Sharon Tate, por el clan Manson, en 1969.
Polanski explota el terror psicológico y le da forma al mal, al punto que algunos ven en las escenas de
El miedo a lo sobrenatural invade un ambiente urbano y familiar, el apartamento que alquilan Rosemary y su esposo Guy, en Nueva York, edificio Dakota calle 72 y Central Park West. Para más señas, donde el 8 de diciembre de 1980, Mark Chapman mató de cuatro balazos a John Lennon. En esa dirección también vivió Edward Crowley, famoso ocultista y mago negro.
Un año después del estreno del filme, el 8 de agosto de 1969, Sharon Tate y cuatro de sus amigos yacían en un pozo sangriento, por las puñaladas que les propinaron los acólitos de Charles Manson.
Desperdigados por la mansión, en las colinas de Hollywood, estaban los cadáveres de Voityck Frykowski, director de cine; Abigail Folger, millonaria; Jay Sebring, peluquero y amante de turno de Sharon; Steven Parent, un jovencito, y Sharon Tate, de 26 años y embarazada de ocho meses.
La negra historia de Polanski siguió. El devastado director volvió con
Hace unos meses, los fantasmas que persiguen a Polanski regresaron del pasado. Fue detenido y más tarde liberado en Suiza, a causa de una orden de arresto que pesaba sobre él, por abusar sexualmente de una niña en 1978 antes de abandonar Estados Unidos.
Atrévase a caminar por el sendero de baldosas amarillas más fantástico del cine. Por ahí llegará a una tierra poblada de brujas, un espantapájaros parlanchín, un león cobarde, un legendario hombrecillo de hojalata y muchos seres salidos de la imaginación de Lyman Frank Baum, el autor de
En este clásico hay de todo: suicidio, envenenamiento, accidentes y el abrigo de un muerto. Los problemas más serios los produjo el maquillaje, ya que el polvo de aluminio con que pintaban al hombre de hojalata envenenó a Buddy Ebsen y tuvo que retirarse porque comenzó a sufrir de calambres y problemas respiratorios. Lo sustituyó Jack Haley, a quien no le dijeron nada y lo embadurnaban con pasta plateada. Terminó en el hospital por una infección ocular, según cuenta su hija Gloria, en la biografía
La bruja del oeste, personificada por Margaret Hamilton sufrió graves quemaduras. En una escena, un aparato que producía humo se descompuso y estuvo a punto de quemarla viva. Y a su sustituta ¡le estalló la escoba voladora!
El abrigo del profesor Marvel, un falso adivino, fue comprado en una tienda de ropa usada y resultó ser de Frank Baum, el escritor de
Si al destino le gusta gastar bromas pesadas, este se ensañó con James Dean, Natalie Wood y Sal Mineo, los tres desgraciados que protagonizaron la emblemática cinta
Dean murió un mes antes del estreno de la película, en 1955; Natalie Wood se ahogó años en circunstancias nada claras y Mineo fue asesinado de cuatro puñaladas en su casa.
Solo la vida de James Dean ha dado material para muchos libros. Inadaptado social, interpretó en la vida real el papel de rebelde e incómodo.
Parecía andar apurado por matarse y lo logró a los 24 años. Por esos años, los jóvenes acostumbraban manejar sus bólidos a ciento y resto de kilómetros y frenar lo más cerca de un precipicio, para demostrar que eran auténticos machos. Dean no lo hizo así. Un día aceleró su Spyder 550 chocó contra un Ford y se incrustó en un poste. No quedó ni el cuento.
Con su muerte, creó un personaje de leyenda: el adolescente enfundado en su chaqueta de cuero, con
Tras la muerte de Dean, su auto fue vendido por partes y comienza una seguidilla de muertes. George Barkuis, el conductor del camión que transportó los restos destrozados del Porsche, se mató cuando este le cayó encima.
Un coleccionista de autos de apellido Barris lo compró en $2.500 y, cuando lo descargaban en su taller, se deslizó de la plataforma y le quebró las piernas a un mecánico. Entonces decidió vender el auto por piezas.
El motor lo compró el Dr. Troy McHenry, quien lo instaló en otro vehículo y se mató en su primera carrera. William Eschrid adquirió la transmisión y tuvo un percance brutal pero sobrevivió. Horrorizado, Barris decidió vender a la Patrulla de Carreteras de California lo que quedaba del auto y el garage donde lo guardaron se quemó con todos sus autos, menos ese. La cadena de desgracias finalizó en 1958, cuando Barris prestó la carrocería del Porsche 550 para una exhibición en Miami. La pieza desapareció camino a los Angeles y no se ha vuelto a saber nada del mismo.
En Hollywood circuló la versión de que la presentadora Maila Nurmi se había comprometido con Dean, pero este la dejó tras su repentino éxito y con el dinero que tenía para comprar la casa de ambos, adquirió el Porsche plateado. Por eso, ella maldijo el auto.
Si algún filme se hizo entre imprevistos, desastres y muertes prematuras, ese fue
Dos días después de que terminó el rodaje, Gable sufrió una trombosis coronaria que dos semanas más tarde lo liquidó. El que una vez fue “rey de Hollywood” tomaba dos botellas diarias de whisky y fumaba tres cajas de cigarrillos. Por eso las actrices decían que su aliento apestaba.
La Monroe no se le quedaba atrás. Tenía que hacer 65 tomas para que saliera bien una sola frase. Llegaba tarde al set, había que maquillarla dormida, ingería drogas y tenía un corazón solitario. Su ama de llaves, la señora Murray, la encontró muerta en 1962.
El último inadaptado era Montgomery Clift. Desfigurado y reconstruido tras un accidente vial, a partir de ese día comenzó el proceso de suicidio más largo en la historia del cine.
Clift era un ser desgraciado, vivía un romance oculto con su maquillador Frank LaRue, y dependía del alcohol para mantenerse vivo mientras se moría.
¿Adónde van los muertos? Tal vez el alma de estos personajes vaga por el reino donde deambulan los indecisos, que no fueron ni bondadosos ni malvados.1