Ni siquiera las gafas negras que utiliza consiguen ocultar su penetrante mirada. Jack Nicholson, siempre histriónico y aspaventoso, insiste en permanecer desafiante. Nada importan los años ni el cansancio.
Ha dicho que jamás imaginó que ganaría millones interpretándose a sí mismo: un individualista excéntrico, un desconocido anticonvencional, un "piola" y un rebelde... Habla de Melvin Udall, un escritor odioso y neurótico que termina humanizado gracias al amor, en la trama de Mejor... imposible, que se estrena hoy en cartelera nacional y que el pasado lunes le significó el premio Oscar al mejor actor.
Nicholson utilizó su habitual y raro encanto para interpretar a este autor de novelas sentimentales que cambia su vida para asegurarse de que la única camarera que acepta servirle -todos lo rechazan- regrese al restaurante donde acostumbra almorzar.
"Estamos muy orgullosos por la película", dijo al recibir el galardón. "Durante la velada tuve la sensación de naufragio", bromeó, en referencia a los numerosos Oscar arrebatados por el filme Titanic.
Para el autor, que cumplirá 61 años dentro de un mes, la pasada postulación al Oscar fue la número once y significó la tercera victoria: un dulce que no muchos han podido saborear, un récord histórico sólo superado por una mujer, la actriz Katharine Hepburn, que logró doce en toda su carrera.
Jack había ganado el Oscar de mejor actor por su papel de enfermo mental en Atrapado sin salida (1975) y el mejor actor de reparto por encarnar a un astronauta retirado en La fuerza del cariño (1983) que, al igual que Mejor... imposible , es del director James Brooks.
Historia propia
Las tres estatuillas conseguidas, más de 50 películas, el noviazgo eterno con Angelica Huston, sus dos hijos pequeños, serían un resumen de los méritos conseguidos en más de 36 años de profesión.
Y es que nada hacía anticipar este presente cuando Nicholson aterrizó a los 17 años en Hollywood para trabajar como cadete para la compañía cinematográfica Metro.
Su interés posterior por el teatro y su gusto por películas de clase "B", que dirigía Roger Corman, lo catapultarían en 1969 a un memorable papel en Easy Rider, que dividiría para siempre en dos su carrera, su vida y
al mismísimo cine hollywoodense, tras aquella postulación al Oscar como actor secundario.
Sus memorables trabajos posteriores en Five Easy Pieces, Barrio Chino y Atrapado sin salida terminaron por confirmarlo ante los críticos y la audiencia como "el actor más grande de su generación".
Vida a los 60
Hoy, millonario, dueño de dos casas en Aspen y otra mansión en Beverly Hills, el veterano actor alterna su vida con varias jóvenes solteras "cuyos nombres recuerdo haberme olvidado", los dos hijos que tuvo con Rebecca Broussard (Lorraine, que cumplió ocho, y Ray, de seis) y Jenniffer (34 años), su primera hija del matrimonio con Sandra Knight, de quien se divorció en 1967.
Dice seguir "enamorado eternamente de todas mis mujeres", y que por eso su vida amorosa fue, es y será un caos.
"Después de ser pareja durante diecisiete años de Anjelica Huston, ella me dejó, y yo caí en las redes de Rebecca Broussard, una rubia de 31 con la que viví seis años y me dio dos hijos. En el medio hubo muchas aventuras, algunas muy pasajeras, como la modelo Verushka; otras más intensas, como la de Kelly LeBrock, o como la de Margaret Trudeau (la esposa de un exprimer ministro canadiense), quien alternaba amores conmigo, su marido y el actor Ryan O'Neil. Pero fíjese que ni a ella la abandoné yo, sino ella a mí... En realidad, mis mujeres siempre se han alejado por su cuenta, y varias de ellas porque no pudieron o no quisieron -como Anjelica- tener hijos conmigo...", ha manifestado.
"Mi única obsesión es no compartir nunca una casa con mi pareja. Anjelica vivía en su casa y yo en la mía, y a Rebecca le compré una a diez minutos, para estar cerca de mis chicos. Todas mis mujeres saben que no soy precisamente un maniático de la fidelidad y les quedan dos caminos: o me entienden y lo aceptan o se van (risas)...Yo no pienso cambiar", ha agregado.
En cuanto al secreto de la vida, Nicholson dice que es hacer ejercicios, comer sanamente, evitar la televisión y leer mucho para que el cerebro no se calcifique.
Invivible
Para interpretar a Melvin, el personaje central de Mejor... imposible, Jack Nicholson recurrió a todo su arsenal de expresiones, fruncimientos de cejas, risas y muecas.
"Uno es muy consciente de la cara de Jack en esta película", declaró a la revista Entertainment Weekly James Brooks, guionista y director de la película. "Mueve la mejilla y todo el mundo estalla en carcajadas".
Su personaje desecha el jabón después de utilizarlo una sola vez, no puede pisar una hendija en la acera y se lleva sus cubiertos de plástico -desechables- al restaurante. Se comunica principalmente con insultos y se divierte tirando a un perro por el hueco destinado a la basura. Para su vecino, un pintor homosexual, es "un horror absoluto de ser humano".
Pero Melvin termina humanizándose y abandonando su universo de neurótico obsesivo. Y Jack Nicholson, legendario chico malo de Hollywood, volvió a hacer una demostración de su talento sin igual para hacer entrañables a los personajes más odiosos.
Historia triste
No todo ha sido color de Oscar en la vida del actor, según declaraciones publicadas por la revista argentina Gente. El mayor dolor de su vida fue a los 37 años cuando se enteró de que Mud, la mujer que siempre consideró su madre, en realidad era su abuela, y que June, a quien siempre vio como hermana, era su madre.
"Me enteré tras convertirme en un actor famoso. Un hombre vio mi foto en una revista y me mandó una carta de quince páginas clamando ser mi padre y contándome la historia que mi familia terminó admitiendo. Me llevó mucho sillón sicoanalítico y muchos dólares poder enfrentar tal realidad. Mi vida había sido una mentira: yo mismo no sabía quién era. Hoy ya lo digerí, pero no olvido", ha declarado.
Este protagonista de El lobo dice que una vez que estaba borracho encaró a su madre y ambos lloraron mucho. Ella le dijo que no le había revelado la verdad porque temía perderlo.
Su mamá murió a los 71, después de enterarse de que su hijo se había convertido en toda una estrella tras el éxito de Easy Rider. "Sea como fuere, ya me olvidé de odiarlas. Me criaron bien y con cariño".
Mientras, a su padre no lo conoció porque el hombre que le envió la nota nunca la firmó. "Mi abuela y mi madre diferían entre quiénes pudieron haber sido, pero me hubiera gustado conocerlo", ha confesado el actor.