El clavo, aunque tiene varias significaciones, en su primera acepción designa una pieza metálica, larga y delgada, de hierro o de acero, con cabeza y punta, que sirve, para el caso, para asegurar una cosa a otra.
El clavo, cuando tiene cabeza, facilita acertar en ella con el martillo. Además, cuando es necesario sacar el clavo para despegar una cosa de otra, es fácil con la uña del martillo enganchar la cabeza y sacar el calvo.
Pero también hay clavos sin cabeza. Fijan una cosa a otra, con la intención de que el clavo no sea visible, porque al no tener cabeza, se hunde por completo. Sacarlo es prácticamente imposible si se pretende asirlo de la cabeza, porque no tiene.
Lo anterior viene al recuerdo de unas declaraciones dadas por la gran mujer que fue Golda Meir, dama fraguada en el combate, excepcional, símbolo de una época y de una lucha, conocida en su tiempo como “la mujer de hierro”.
Además de los muchos trabajos y penas de su familia y de ella –que constituyen un drama increíble– llegó a ser ministra de Trabajo y Seguridad, ministra de Relaciones Exteriores y primera ministra del Estado de Israel.
Buscó la paz pero no logró alcanzar ese objetivo. Con dolor de alma decía. “Nosotros decimos paz y el eco que vuelve desde el otro lado dice: guerra”. “No queremos guerras, incluso cuando ganamos”, solía repetir.
Como una especie de testamento, lapidariamente expresó: “La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”.
Ya retirada de la vida política, por su edad y por el cáncer –murió a sus ochenta años en 1978– en una entrevista contestó varias preguntas. Una de ellas se refería, tratando de reconstruirla, a lo siguiente:
—¿Qué piensa de la burocracia?
—Cuando estaba joven me hacía ilusiones, pero el tiempo me enseñó que un empleado público es como un clavo sin cabeza. Una vez dentro, no se puede sacar.
Eso es, en muy buena parte, lo que padece el pueblo costarricense: empleados inamovibles, a quienes solo les falta inscribir los bienes públicos como propios en el Registro de la Propiedad.
Convenciones colectivas de parte de empleados públicos, sean de la administración central como de todas las instituciones autónomas –que constituyen asaltos al pueblo.
La razón de ser del Servicio Civil es garantizar “la eficiencia de la administración”, lo que en la realidad es una gran ironía.
Seguir el debido proceso, por la forma como resulta en la realidad, es como meter más adentro los clavos sin cabeza, todo en detrimento del pueblo, que por ello ha perdido la esperanza de que estas cosas marchen bien.
La única salida eficaz es borrón y cuenta nueva. Seguir en la cancha embarrialada en que se ha convertido la acción del Estado en todos los campos es un martirio inmerecido.
“Cuando estaba joven me hacía ilusiones”, comentaba Golda Meir...