24/05/2011. Ensayo de la obra de teatro "HIMMELWEG" por el Grupo Sursum en La Casa del Cuo, antigua Aduana. Foto Abelardo Fonseca (Abelardo Fonseca)
Hasta el domingo 19 estará en cartelera la obra de teatro
Seguramente Juan Mayorga es hoy el dramaturgo mejor situado para presidir el teatro de la primera mitad del siglo XXI en España. Aun habiendo logrado antes éxitos tan rotundos como el de
El mérito de
Dicho sea en confidencia, hemos leído el texto, todavía no definitivo, de una obra que sigue inédita y en la que el vuelo de la dramaturgia de Mayorga vuelve a discurrir por las cimas de
Se diría que la Shoá hace que Mayorga dé lo mejor de sí como dramaturgo pues el tema mismo, siendo conmovedor hasta el espanto, se alza como la dificultad mayor para tratarlo y más aún para dramatizarlo.
Ambas obras resuelven la paradoja de hablar de lo inefable, o de expresar lo inexpresable, llevándola al extremo del arte mimético por excelencia, del modo in-mediato de representación; o sea, del teatro.
¿Cómo poner en escena lo literalmente irrepresentable, lo que no puede ser mostrado
El Holocausto inunda otras tres obras:
Hay que decir que el Holocausto ocupa un lugar central entre los intereses intelectuales de Juan Mayorga. La tesis con que se doctoró en 1997 se tituló
Mayorga ha dicho: “Ese teatro del Holocausto no aspirará a competir con el testigo. Su misión es otra. Su misión es construir una experiencia de la pérdida; no saldar simbólicamente la deuda, sino recordar que la deuda nunca será saldada; no hablar por la víctima, sino hacer que resuene su silencio. El teatro, arte de la voz humana, puede hacernos escuchar el silencio. El teatro, arte del cuerpo, puede hacer visible su ausencia. El teatro, arte de la memoria, puede hacer sensible el olvido”.
Es que, siendo lo decisivo su talento como dramaturgo, Mayorga es además matemático y filósofo, lo que no resulta baladí. Su peculiar teatro histórico, del que
Mayorga escribe un teatro a la vez hondo y vivo, llano y exquisito; pero, sobre todo, sin ceder un ápice de emoción y naturalidad, un teatro inteligente. Contra lo que piensan algunos, la inteligencia no menoscaba la “teatralidad”, sino que la acrecienta. Por esto yerran quienes se la regatean a
Esta obra, teatral hasta la médula, habla de los campos de exterminio de judíos o, mejor, de la ceguera ante el terror por incredulidad o cobardía; de las oportunidades echadas a perder, más criminales a veces que los mismos crímenes. Es un drama histórico, pero que nos interpela directa y expresamente pues es ante todo “una obra sobre la actualidad”, según el autor.
No resulta difícil identificarse con el personaje “focal”, ese inspector de la Cruz Roja, sin duda bienintencionado, que quiere ayudar, pero que no se atreve a abrir las puertas que hay que abrir y a descubrir así que el
Las atroces relaciones que hay entre víctimas y verdugos, entre culpa e inocencia, entre horror y pasividad cómplice, se despliegan en un perverso juego “metateatral”: hacia dentro, la despiadada representación del engaño criminal; hacia fuera, la revelación de la verdad precisamente por la puesta en evidencia de la impostura.