Un nuevo poemario de Elliette Ramírez es siempre motivo de regocijo porque sabemos que podemos esperar un trabajo depurado y decantado por su singladura poética y la organización mental que la justifica y la sostiene. En efecto, después de varios títulos que atestiguan su seria y tenaz vocación por la poesía, su trayectoria lírica nos ofrece un eslabón de continuidad. Elliette maneja con gracia y sagacidad los registros verbales, los juegos de palabras, las sutiles insinuaciones, las metáforas frescas y originales, las reflexiones filosóficas. No encontramos en su poesía lugares comunes ni contaminaciones de otras voces.
Artista también en otros campos, la poeta utiliza un juego de sugestiones plásticas para “dibujar” con su palabra escenas que parecen acuarelas, grisallas, esbozos imprecisos o trazos fuertes y bien delineados, que describen formas, olores, paisajes urbanos y rurales, anécdotas y ensoñaciones. La música también matiza con sus acordes momentos de intimidad que crean una atmósfera romántica y evocadora.
La dimensión semántica dominante de Resquicios de la vigilia es el discurso amoroso. La realidad tangible del cuerpo, testimonio del vivir, del contacto de los amantes, se funde en ese elemento físico y carnal que conduce al amor y la pasión desmedida, que termina en el éxtasis y en una dimensión que va más allá de los sentidos.
Lluvia lujuriosa
siempre convexa,
en nuestros cuerpos
sobre la hierba.
Y en mi cuerpo
mi alma y mi mente…
las alquimias de mi ser
con tu ser, sin sosiego.
Total plenitud,
inmoderadas alegrías.
Entrégome desbordada
a tu lluvia sedienta.
La poesía amorosa es siempre una experiencia individual, aunque haya sido vivida por miles de sujetos: para cada enamorado, se trata de “su” propia vivencia, de “su” peripecia única vivida con el ser amado. La fuerza evocadora de la poesía de Elliette hace que las palabras resuenen de forma íntima y personal, haciendo eco de lo que Georges Bataille afirma: que “la poesía lleva al mismo punto que todas las formas del erotismo: a la indistinción, a la confusión de objetos distintos. Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce hacia la muerte y, por medio de la muerte, a la continuidad: la poesía es eternidad”.
El universo inclinó
los manantiales.
Se desnudaron los signos
milagrosos del amor.
Magnánima ternura.
La premonición es nuestra.
Solo nos salva el amor
en el círculo vital de la existencia.
Cada poema se define por su brevedad intensa. El profundo sentimiento de la temporalidad se diluye en el recuerdo; la palabra eterniza la continuidad, el devenir, el instante eterno. Mantiene la presencia del amado mediante el juego de las emociones y los afectos. Resquicios de la memoria es una poesía intimista, interiorizada, nimbada por las reminiscencias de dos almas en coloquio desde la perspectiva desolada del soliloquio, en la búsqueda del “otro” ausente pero que llena el vacío porque lo invoca, lo convoca y lo evoca hasta traerlo al presente. La prodigiosa sucesión de imágenes vence el tiempo y la distancia, la vida y la muerte: no se queda solamente en la realidad anecdótica de la experiencia erótica, sino que alcanza una visión trascendente.
La copa que se quiebra.
El círculo significante
de la vida y la muerte
amurallada de preguntas.
Tras el muro intangible
esas luciérnagas
alumbran lo imposible.
De pronto:
el beso en el aire.
Íntimo pesar del confuso adiós.
Resquicios de la vigilia aborda los temas eternos de los enamorados. Habla de la plenitud del amor, del amor que consume y es consumado, del goce del cuerpo, de la exaltación de los sentidos, de amor pasional, pero también de otro tipo de relación más difícil de compartir: la compenetración de dos seres inteligentes y sensibles que se comprenden, se admiran, se gustan, se desean, se aman, en tono de complicidades sensoriales, en donde el gesto, el contacto físico de proximidad, traduce el amor, que aspira a la cima del gozo, que inclina a dejarse llevar por la ternura de la pasión hasta la gozosa y plena culminación del deseo.
Puesto que la visión de mundo de la poeta tiene una clara vocación filosófica, no falta la actitud crítica y disfórica ante el enfrentamiento con la cruda realidad existencial, ni la actitud introspectiva que escarba rincones profundos del alma, sentimientos hondos de tristeza, soledad y dolor, pero sin regodearse en ellos, pues siempre se impone el espíritu que no se doblega ni se amilana ante la vida.
Hasta que llegue el día
mi yo existencial
enarbolará su bandera
con libertad filosófica.
En el tiempo y lo eterno
las zarzas florecidas
en los resquicios del alma
de esta insomne vigilia.
Resquicios de la vigilia obliga a una lectura sosegada y penetrante, que invita a visitar espacios recónditos del alma, y que gratifica y sacia los paladares poéticos más exigentes. No es un poemario más: es un acontecimiento de orden sensorial, psicológico, filosófico y espiritual que vale la pena conocer y disfrutar plenamente.