“(…) Veía en el sueño un rectángulo doblarse hacia la derecha, como sucede a veces con un bastidor que está flojo, posteriormente las cosas comenzaron a verse inclinadas y se transformaban en otras figuras geométricas inusuales; es decir, no había triángulos en sí, ni cuadrados, ni rectángulos”.
Así relata el artista visual y escritor Otto Apuy cuál fue el origen de sus indagaciones pictóricas más recientes. Desde el 2013, parte de su polifacética actividad creativa la ha dedicado a desarrollar un conjunto de obras abstractas, o no figurativas, protagonizadas por la geometría.
Más que buscar representar lo “visto” en el sueño, como lo haría, tal vez, un surrealista, Apuy se propuso hacer una interpretación –o una exégesis– del episodio. De ahí provino, por ejemplo, la idea de evitar el cuadrado y el rectángulo para dar forma al bastidor de sus pinturas.
Aunque fue el punto de partida, el episodio onírico quedó en un segundo plano ante la decisión de tratar de acoplar las estrategias de discurso del arte conceptual con los resultados abstracto-geométricos.
Para el artista, transgredir las normas, la tradición y los esquemas al trabajar en la composición visual, en lugar de ser un acto pasivo y complaciente, es una manera de enfocarse en el proceso creativo y en el ámbito de las ideas y los conceptos.
Aun cuando el corolario es un grupo de pinturas inocuas en apariencia, desde su perspectiva, la manera de llegar a ellas mediante la impugnación de los moldes más convencionales, pero manteniéndose dentro del juego formal, es un ejercicio artístico plenamente contemporáneo.
Nueva serie pictórica
Skemática es el nombre que Otto Apuy le ha dado a la serie pictórica en la que ha estado trabajando en los últimos años, parte de la cual será expuesta el próximo fin de semana en la décimo tercera edición de Viva el Arte, en Plaza del Sol.
Esta obra se liga por completo con los primeros trabajos derivados de aquel sueño propiciador, los cuales fueron divulgados, en un inicio, bajo la premisa de “impugnar el esquema” en una exhibición en la Galería Alternativa, en San José.
En aquel entonces, todo se desarrolló dentro de la bidimensionalidad usual de la pintura. El típico formato cuadrado o rectangular desapareció en un acto subversivo para dar paso a formatos inusuales: rombos y romboides, pero también figuras geométricas planas menos regulares donde predominan las diagonales.
A partir de estas nuevas estructuras impugnadoras del concepto usual de “cuadro”, el artista construyó el espacio interno de cada obra. En este sentido, su trabajo se emparenta con el movimiento argentino Madí, de las décadas de los años 40 y 50, que, igualmente dentro de la abstracción geométrica, procuró cuestionar el uso de los formatos tradicionales en los soportes de la pintura.
En lugar de parecer una ventana que se abre hacia otro mundo, cada estructura planteada por Apuy delimita las formas que, a su vez, contiene, constituyéndose en un espacio cerrado. En otras palabras, la pintura se construye desde los bordes hacia dentro.
Sin importar este “obstáculo” autoimpuesto, con el cual el artista dialoga constantemente durante el proceso de creación, las posibilidades compositivas en el interior son múltiples. En cada obra se ensaya una manera distinta de construir un universo pleno, completo y autónomo, dentro de los límites propios del plano.
Hasta este punto, todo transcurrió, como ya se ha dicho, dentro del mundo de las dos dimensiones, a pesar de que en varias ocasiones el artista construyó también, mediante la línea, la mancha y el color, la ilusión de profundidad dentro de aquellas organizaciones cerradas.
No obstante, Skemática ha dado un paso más allá al incorporarse a este esfuerzo de transgredir, el espacio físico tridimensional, terreno de la escultura, de la arquitectura, de la instalación y de otras formas de expresión y de diseño visual que buscan configurar experiencias en tres dimensiones.
El díptico Estructuración skemática (2016-2017) es un ejemplo de esto último. Se trata, como en el caso de la mayoría de los dípticos, de dos pinturas que al colocarse una al lado de la otra conforman una unidad. Aunque siguen siendo básicamente planas, las estructuras, construidas en madera, están trabajadas por ambos lados, por lo que no hay ningún motivo para colgarlas en una pared.
Se sostienen erguidas en dos soportes, proyectándose, cual esculturas, hacia el espacio exterior e interactuando entre ellas en el espacio negativo zigzagueante que las separa y las une a la vez. Así, invitan al espectador a rodearlas para recorrer todos los planos y los vacíos, sin dejar de percibirlas también como pinturas.
En contexto
La abstracción geométrica tiene ya una larga data en el país y, además, no es la primera vez que Otto Apuy la incorpora a sus actividades creativas.
Si nos remontamos a la época de las primeras vanguardias, podemos encontrar ciertos antecedentes de coqueteos con la no figuración en algunas obras aisladas de Emilia Prieto, Max Jiménez y Manuel de la Cruz González de la década de los años 30. También en dos conjuntos de obras de Margarita Bertheau creados en 1953 y 1954, traídos recientemente a la palestra de la historia del arte nacional por una exhibición retrospectiva de su trabajo organizada por el Museo de Arte Costarricense.
Sin embargo, el primer gran impulso del arte propiamente abstracto en el país se dio en 1958, cuando el Museo Nacional gestionó tres exposiciones en las que se presentaron pinturas que, a diferencia de las anteriores, no hacen referencia alguna a objetos reconocibles. Lola Fernández, Manuel de la Cruz González y Felo García fueron los protagonistas de estas tres exhibiciones fundacionales. De ellos, González fue quien más se adentró en el universo de la geometría.
De inmediato, en la década de 1960, estos y varios otros artistas pertenecientes al Grupo Ocho y al Grupo Taller dieron continuidad a las exploraciones no figurativas.
Apuy recuerda, por ejemplo, que cuando era un adolescente llegó a Cañas, su ciudad natal, una exposición itinerante del Grupo Ocho, en la que por primera vez observó en persona aquella manera innovadora pintar.
No obstante, durante la década siguiente, la pintura abstracta pasó a un segundo plano ante el fuerte ingreso de la neofiguración en el arte regional. No solo la pintura, sino también la gráfica, fueron invadidas por nuevas maneras de acometer la figura humana deformándola hasta dar lugar a personajes monstruosos, completamente imaginarios, pero antropomorfos.
Por esos años fue cuando Otto Apuy irrumpió por primera vez en el ámbito artístico nacional, no como pintor abstracto, sino como dibujante de insólitos personajes cuyas formas estaban influenciadas por la labor de artistas como el guatemalteco Arnoldo Ramírez Amaya o el mexicano José Luis Cuevas. Varios de estos dibujos fueron recogidos en la publicación Dibujos de Otto Apuy, de 1973.
Al llegar la década de 1980, el arte abstracto tuvo un nuevo impulso en el país. Esta vez, Apuy participó activamente en su reconfiguración, al lado de otros artistas, como algunos de quienes conformaron, hacia 1985, el Grupo Bocaracá. Este fue el caso de Luis Chacón, Pedro Arrieta, Fabio Herrera, Paulina Ortiz, Mario Maffioli y Rafael Ottón Solís.
El contexto intelectual y artístico josefino era ahora muy distinto al de los años 50 y 60. Los primeros lenguajes posmodernos, incluido el arte conceptual, también eran parte del panorama. De hecho, Apuy es considerado el primer artista en haber introducido el conceptualismo, la instalación, el arte objetual y el videoarte en el país –y quizás también en América Central– en 1980.
Esto ocurrió tras su regreso de una estadía de cinco años en Barcelona gracias a una beca-taller obtenida en 1974. Luego, volvió por un tiempo a Barcelona, para regresar una vez más a Costa Rica en 1985.
Junto con lo anterior, Apuy incorporó también la pintura, rechazando implícitamente la idea de su muerte, según lo proclamaban algunos teóricos y críticos contemporáneos. Para el artista, “lo que importaba era la idea, no el producto de la idea”. A partir de entonces y hasta el presente, su pintura abstracto-geométrica va y viene en medio de todas las otras modalidades de su trabajo.
Nueva escalada
Opacada por un tiempo por otros tipos de arte visual y hasta relegada, en algunos casos, a los ámbitos del diseño y lo meramente decorativo, parece que por tercera vez en la historia en el presente hay un resurgimiento de la abstracción geométrica y de la pintura abstracta, en general, en el país.
A la generación de Otto Apuy y a proyectos como Skématica, se ha venido a sumar una nueva generación, motivada, en buena medida, por el trabajo de Federico Herrero, así como por diversas redes artísticas internacionales.
Como Apuy y como Ottón Solís, entre otros, Herrero, Carolina Guillermet, Esteban Fernández, Ulillo y varios otros artistas dedican actualmente parte de su tiempo a indagar en las maneras de contemporaneizar la abstracción a través de las ideas, pero también de las formas.
En el caso de Skemática, en particular, sea que la llamemos pintura tridimensional, escultura polícroma o, incluso, instalación, este ejercicio artístico de Otto Apuy –como los de estos otros artistas, de distintas generaciones, que actualmente trabajan en líneas más o menos afines– invita a reconsiderar la vigencia de la pintura en el medio artístico contemporáneo costarricense.
Feria artística
Viva el Arte es una feria que se realizará del 25 al 27 de mayo en los pasillos del Centro Comercial Plaza del Sol, en Curridabat.
De 10 a. m. a 7 p. m. se podrá observar –y comprar– las obras de 50 artistas visuales y diseñadores.
Habrá pintura, escultura, grabado, fotografía, cerámica, vidrio, artes gráficas y objetos de diseño.
Los invitados especiales en esta oportunidad son Otto Apuy y Esteban Fernández.