Don Quijote de la Mancha (1605-1615) es considerada la novela más importante de la lengua española. La confluencia de diversos géneros literarios, el uso de múltiples puntos de vista y la capacidad de hacer una síntesis cultural de su época la convierten en un hito de la novela moderna. Sus personajes principales –alegorías del conflicto entre la locura y la cordura– son algunos de los más memorables seres engendrados por la imaginación.
La dramaturga Catalina Murillo se apropia de personajes y situaciones del texto de Cervantes para ubicarlos en la actualidad costarricense, específicamente, en la provincia de Cartago. El resultado de este traslape geográfico es Dulcinea del Toboso ¿Herstoria?, un divertido compendio del original y una oportunidad que la autora aprovecha para reírse –con no poco sarcasmo– de políticos, empresarios, médicos y religiosos locales.
En términos narrativos, el espectáculo se estructura a partir de dos líneas claramente diferenciadas: una realista y otra fantástica. La primera nos muestra a un grupo de mujeres que desean realizar una versión teatral de don Quijote. Lo novedoso de su planteamiento radica en privilegiar el punto de vista de Dulcinea del Toboso. La segunda línea consiste en un extenso sueño en el que Andre –principal gestora del proyecto– visualiza el futuro montaje.
La dirección de Mabel Marín enfatiza, con claridad, la idea de un mundo binario en el que los opuestos coexisten y generan tensiones. Las dicotomías “cordura–locura” y “realidad–ficción” aparecen, no solo en los rasgos psicológicos de los personajes o en la estrategia narrativa, sino en cada capa formal de la obra. Sin embargo, este acierto se ve opacado por las diferencias de ritmo, intensidad y eficacia entre ambas líneas.
Las escenas realistas –ubicadas en el inicio y en el cierre del espectáculo– se diluyeron en diálogos informativos que, durante el estreno, se escucharon parcialmente, debido a la falta de proyección de las intérpretes. Sumado a lo anterior, la promesa de una perspectiva femenina no se concretó. En su lugar, se reivindicó a Aldonza Lorenzo, la rústica campesina idealizada por la visión masculina de don Quijote.
Por otra parte, las escenas que atañen a las aventuras de don Quijote –alias Quijotico– y Sancho Panza –alias Pancho– desataron la magia en el Teatro Nacional. Entre los muchos recursos utilizados con sabia teatralidad, destacan los objetos que levitan para sugerir el tránsito de la vigilia al sueño. También fue relevante la proyección de dibujos animados que evocan los paisajes de la trama y muestran acciones imposibles de representar para el elenco.
Dados los objetivos pedagógicos del espectáculo, resultó valiosa la decisión de evidenciar sus entretelones. En varios momentos, las personas encargadas de la tramoya ajustaron los elementos escenográficos sin interrumpir la acción en curso. Ese gesto transforma al equipo de apoyo en personajes y hace visible el carácter ilusorio del teatro. Además, al yuxtaponer ficción (la escena) y realidad (la trasescena), se redondea el concepto de lo dual que atraviesa la puesta.
Quijotico y Pancho, del tándem Murillo y Marín, siguen los pasos de sus referentes –don Quijote y Sancho Panza– para señalarnos otros caminos por los cuales transitar. Quizás sean peligrosos, pero lo cierto es que ofrecen mayores libertades. En el fondo, me atrevo a pensar que uno de los tantos descubrimientos del manchego delirante es que la verdadera locura consiste en resignarse a vivir bajo el imperio de la cordura.
Ficha técnica
Dirección: Mabel Marín
Dramaturgia: Catalina Murillo
Actuación: Marcia Saborío (Andre), Tatiana Zamora (Doña Dulce, Doña Ama, Galeote, Invitada a la boda), Carlos Miranda (Quijotico), Stefano Castro (Pancho), Gabriela Alfaro (Dayana, Sobrina, Galeote, Invitada a la boda, Mujer en posada), Mar Jiménez (Lina, Quiteria, Vaca cool, Galeote, Mujer en posada), Yaxiry Sánchez (Doña Trini, Maritornes, Galeote, Invitada a la boda), Miguel Mejía (Cervantes, Camacho, Dueño de posada, Vaca cool, Cura, Galeote), Fabián Céspedes (Darwin, Basilio, Repartidor de pollo, Médico, Galeote)
Vestuario: Micaela Canales
Escenografía: Jennifer Cob
Utilería: Fedra Brenes
Banda sonora, composición musical y efectos de sonido: Alejandro Jiménez
Iluminación: David Rojas
Ilustraciones: Elizabeth Argüello
Animación y diseño de proyección: Gustavo Abarca
Maquillaje y tocados: Priscilla McGuinness
Diseño gráfico y fotografía: Ana Mariela Rodríguez
Producción artística: Sofía Rodríguez
Espacio: Teatro Nacional
Función: 20 de agosto del 2021
Entrevista con la dramaturga Catalina Murillo
Hasta hace poco, tu trabajo creativo abarcaba la narrativa, la dramaturgia audiovisual y la enseñanza de ambas disciplinas. ¿Qué sucedió para que decidieras abordar los terrenos de la dramaturgia escénica, en particular, los de la comedia?
Sucedió que cumplí cincuenta años y comencé a repasar las deudas que tenía conmigo misma. La comedia era la principal de ellas, y no quise postergarla. Incluso, antes de ese momento, sentía la necesidad de escribir teatro, porque el teatro ha sido, desde siempre, mi gran amor y mi gran pendiente. El problema de aventurarse con el teatro de comedia es la alta posibilidad de fracasar si una no logra provocar la risa del público.
Tu texto lanza un puente carnavalesco entre La Mancha y Cartago o, para decirlo de otra forma, entre el Siglo de Oro español y la actualidad costarricense ¿Cómo fue el proceso de crear en un trayecto de tiempos y geografías tan distantes y dispares?
El proceso fue divertido, y todo el mérito se lo doy a Cervantes porque los personajes que él creó son geniales. El loco y el simple que se lanzan a esta road movie representan, no solo la libertad de enfrentar aventuras, sino la propia libertad creativa del autor. Cervantes es genial porque su idea se puede trasladar a cualquier época o geografía ya que, en boca de un loco, se puede poner lo que sea. Imagine este potencial expresivo frente a un régimen totalitario.
¿Cuáles aventuras experimentó Catalina Murillo espectadora ante su propio texto, materializado por obra y gracia de la teatralidad?
Yo no sé si es posible que una esté ante la puesta en escena de la propia obra, y pueda verla como una espectadora más. En cambio, sí sé que la directora Mabel Marín potenció mi texto. Por ejemplo, en la aventura de los molinos, ella entendió que la comicidad requería más imaginación que explicaciones. Su forma de resolver esta escena, con la ayuda de secuencias animadas, me demostró que el nacimiento de una obra sucede durante su puesta en escena.