En la exposición El color manda, manda el color, en efecto; mas no es ese el único imperativo de la ecléctica muestra: no puede serlo, dada la desbordante creatividad de Carlos Tapia.
Otro impedimento para ello sería la diversidad temporal y temática de las obras, pues las hay de principios de siglo y de las más recientes aún. Se trata de una experiencia inmersiva de pop y de neones, de paisajes y bodegones, más toda la imaginería cotidiana del pintor vuelta extraordinaria por el color.
Sin embargo, hay entre todos los cuadros uno que se destaca; se titula San José Neón. Se trata, según su autor, de un paisaje imaginario del cafetal con bombillas que fue la Boca del Monte que se convirtió en San José; metrópoli en miniatura –dijo un viajero, que una noche de 1884 vio cómo se hacía la luz en las tinieblas que eran sus calles y avenidas.

Quizá por eso, se encuentra el cuadro en la sala que sólo ilumina una luz negra, enfatizando el efecto neón del colorido de esa y de las demás obras. Monte que abre su boca, de su horizonte telúrico parecen salir algunos de los edificios que vivos aún identifican a la ciudad; pues la nostalgia queda atrás para quien la vive en tiempo presente al pintar.
Así se asoman el Correo y la Catedral, la botica Solera y el Teatro Nacional, el Cuartel Bellavista y el Melico Salazar, la casa Pagés y el almacén Luis Ollé, el cine Palace y la iglesia de La Merced, junto al Templo de la Música del parque Morazán… no se puede pedir más: es lo que hay.
Lo demás es color, desbordado color casi sin contorno por ello, exaltando el paisaje urbano que nos queda a los urbanitas; a esos que como a Tapia aún los atrapa la tacita de plata. Es un San José mirado en figuras recortadas y marcadas pinceladas, en sus detalles de agujas, torreones, cúpulas, frontones, ochavas, columnas y ventanas; todos puntos desde donde mirarnos urbanos y mirar(la) ciudad en su ocaso.

Hay algo de imperdible en esta muestra de Tapia, algo de imperativo festejo en la delicadeza con se mezcla una muestra bien curada, con la madurez del artista celebrado. Será porque en ella, definitivamente, el color manda… se mire por donde se mire.